Hoy nos encontramos con los límites de nuestra fuerza para
curar, para superar el mal. Nos encontramos con la prepotencia del mal, a la
que no conseguimos dominar sólo con nuestras fuerzas. Esto es: sin Dios no hay
perdón; y, sin perdón no hay curación. No en vano el tema del
"perdón" aparece continuamente en todo el Evangelio.
Al siervo despiadado —un alto mandatario del rey— le había
sido perdonada la increíble deuda de diez mil talentos; pero luego él no estuvo
dispuesto a perdonar la deuda, ridícula en comparación, de cien denarios que le
debían. Superar la culpa exige el precio de comprometer el corazón; y aún más,
entregar toda nuestra existencia. Y ni siquiera basta esto: sólo se puede
conseguir mediante la comunión con Aquel que ha cargado con todas nuestras
culpas.
—Señor, cualquier cosa que debamos perdonarnos mutuamente
es siempre bien poco comparado con la bondad con que tú perdonas a todos.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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