Hoy, la crisis nos obliga a revisar nuestro camino, porque
el desarrollo sufre desviaciones dramáticas. El hombre no puede prescindir de
su naturaleza "trascendente": no es autor de sí mismo; debe vivir
abierto a Dios y a los demás. Está creado para el "don", para amar.
Pero frecuentemente priorizamos ante todo la productividad y la utilidad.
Cristo nos dice: la fe hace posible la misericordia y ésta perfecciona la
justicia.
La "ciudad del hombre" no se promueve sólo con
relaciones de derechos y deberes, sino con relaciones de gratuidad, de
misericordia y de comunión. El binomio exclusivo "mercado-Estado"
corroe la sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria crean
sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no
se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política
tienen necesidad de personas abiertas al "don recíproco": esto es
fruto sólo de la caridad.
—Señor, sin la gratuidad, típica de tu Amor, no puede
haber justicia. ¡Ábrenos el corazón!
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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