Hoy, contemplamos a la Eucaristía como el gran encuentro
permanente de Dios con los hombres, donde el Señor se entrega como
"carne" para que —en Él— nos convirtamos en "espíritu". Él,
a través de la Cruz, se transformó en una nueva forma de humanidad que se
compenetra con la naturaleza de Dios; paralelamente, la Eucaristía debe ser
para nosotros un paso a través de la Cruz y una anticipación de la nueva vida
en Dios y con Dios.
Al final del discurso, donde se anuncia la encarnación de
Jesús, y el comer y beber la Carne y la Sangre del Señor, Jesucristo concluye
diciendo que «el Espíritu es quien da la vida». Esto nos recuerda las palabras
de san Pablo: «El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo. El último
Adán, en espíritu que da vida» (1Cor 15,45).
—Sólo a través de la Cruz y de la transformación que ésta
produce se nos hace accesible esa "Carne", arrastrándonos también a
nosotros en el proceso de dicha transformación.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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