Hoy, Jesucristo señala dónde reside la pureza —la
autenticidad— del amor: no en los preceptos, sino en el corazón recto. Aprender
a "regalarse" uno mismo forma parte del camino del aprendizaje del
amor. Amar no es algo que uno "tenga", "establezca" o
"controle" con formalismos y reglas.
En un hermoso relato, el poeta alemán Rilke cuenta que, en París,
pasaba siempre junto a una mujer a la que arrojaba una moneda en el sombrero.
La mendiga permanecía totalmente impasible, como si careciese de alma. Un buen
día, Rilke le regaló una rosa. En ese momento floreció el rostro de la mendiga.
Él vio por primera vez que ella tenía sentimientos. La mujer sonrió, se marchó
y durante ocho días dejó de mendigar porque le habían dado algo más valioso que
el dinero.
—Cuando sólo se quiere "tener" amor, entonces
uno se vuelve egoísta, podrido. Lo importante es no buscarse a sí mismo por encima
de todo, sino experimentar el camino del darse, como Cristo hizo amablemente y
radicalmente desde la Cruz.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de
textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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