1302 De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de
la Confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida
en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés.
1303 Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y
profundidad a la gracia bautismal:
— nos introduce más
profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá,
Padre" (Rm 8,15).;
— nos une más firmemente a
Cristo;
— aumenta en nosotros los
dones del Espíritu Santo;
— hace más perfecto nuestro
vínculo con la Iglesia (cf LG 11);
— nos concede una fuerza
especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra
y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el
nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12):
«Recuerda, pues, que has
recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el
Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el
Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado
con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda
del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).
1304 La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud,
sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una
marca espiritual indeleble, el "carácter" (cf DS 1609), que es el
signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu
revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).
1305 El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de
los fieles, recibido en el Bautismo, y "el confirmado recibe el poder de
confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi
ex officio)" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3,
q.72, a. 5, ad 2).
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