1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el
Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11,2)
para realizar su misión salvífica (cf Lc 4,16-22; Is 61,1).
El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo
de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn 1,33-
34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda
su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre
le da "sin medida" (Jn 3,34).
1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer
únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo
mesiánico (cf Ez 36,25-27; Jl 3,1-2).
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12,12; Jn 3,5-8;
7,37-39; 16,7-15; Hch1,8), promesa que realizó primero el día de
Pascua (Jn 20,22) y luego, de manera más manifiesta el día de
Pentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos del Espíritu Santo, los
Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch 2,11)
y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la
predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del
Espíritu Santo (cf Hch 2,38).
1288 "Desde [...] aquel tiempo, los Apóstoles, en
cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la
imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la
gracia del Bautismo (cf Hch 8,15-17; 19,5-6). Esto explica por
qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la formación
cristiana, la doctrina del Bautismo y de la la imposición de las manos
(cf Hb 6,2). Es esta imposición de las manos la que ha sido
con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen
del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la
Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, Const. apost. Divinae
consortium naturae).
1289 Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo,
se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma).
Esta unción ilustra el nombre de "cristiano" que significa
"ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que
"Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este
rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en
Occidente. Por eso, en Oriente se llama a este sacramento crismación, unción
con el crisma, omyron, que significa "crisma". En Occidente el
nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al mismo
tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.
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