Lectura
del santo evangelio según san Juan 16,16-20
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Dentro de poco ya no me veréis, pero
poco más tarde me volveréis a ver.» Comentaron entonces algunos discípulos: -
«¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más
tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?» Y se
preguntaban: - «¿Qué significa ese "poco";? No entendemos lo que dice.»
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
- «¿Estáis discutiendo de
eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde
me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis
vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en alegría.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
La
evangelización diaria
Encontramos
hoy a Pablo llegando solo a Corinto, capital de Acaya. La ciudad acogía dos
culturas, la griega y la romana, y las diversas religiones del imperio. Era un
importante nudo de comunicaciones y de comercio, ciudad rica y con fama de
malas costumbres. Para Pablo sería la ciudad del amor y del dolor. San Lucas la
presenta como la ciudad donde el evangelio se abrió definitivamente a los
paganos, después del rechazo de los judíos. ¿Cómo desarrolló Pablo ahí su
misión evangelizadora?
Toma
contacto con un matrimonio judeo-cristiano expulsado de Roma, con ellos se
hospeda y trabaja en su oficio de tejedor de lona.
Cuando
llegan Silas y Timoteo se dedica de lleno a la predicación a los judíos. Pero
desde su propia llegada asistía los sábados a la sinagoga, discutía y procuraba
convencer a judíos y griegos. Se supone que a los primeros les presentaba a
Jesús como el Mesías que esperaban. No lo aceptan y reaccionan con blasfemias.
Pablo rompe con ellos.
Anuncia
que se dedicará a predicar a los paganos. Ellos y Crispo, el jefe de la
sinagoga, convertido con toda su familia, “escuchaban, creían y se bautizaban”.
Podemos suponer que fueron la base de la comunidad cristiana que Pablo formó
durante su año y medio de estancia y a la que envió después dos cartas.
Anunciar
el evangelio, entonces y ahora, siempre cosecha éxitos y fracasos. Podemos
encontrar incluso predisposición en contra. Corinto no sería tan distinta de
nuestros ambientes actuales. Pablo sigue siendo hoy una referencia en su
constancia para consolidar aquella comunidad. Nada se logra en un momento y
tampoco hay garantía de cosechar lo que se siembra.
La
dinámica de la evangelización es siempre la misma: escuchar – creer –
bautizarse. En nuestros ambientes de poscristiandad la Iglesia ha recuperado la
importancia del kerigma o primer anuncio y el papa Francisco nos ha convocado
el próximo octubre a un Mes Misionero Extraordinario. Para que haya escucha
tiene que haber quien anuncie. Muchos, incluso cristianos bautizados, necesitan
escuchar. Pablo, en Corinto, nos enseña cómo anunciar: trabaja en su propio
oficio, acompaña y comparte la vida diaria, participa en los encuentros de fe
que la propia gente vive, aprovecha cualquier ocasión para dar testimonio… y
Dios sabe cuándo le llegue a cada persona el momento de creer y decidir
bautizarse-incorporarse.
Tristezas
y alegrías
El
evangelio escogido para hoy tiene el mismo tono de despedida que la solemnidad
de la Ascensión del Señor que mucho tiempo se celebró este jueves y ahora se
hace el próximo domingo. Son palabras tomadas del discurso de Jesús en la
última cena.
“No me
veréis… me volveréis a ver” lo comprenderían mejor sus oyentes a la luz de los
acontecimientos de muerte y resurrección que presenciarían después. Un tiempo
de no visión y aflicción, referido a la pasión, en que la muerte de Jesús
alegraría a otros y les entristecería a ellos. Y un tiempo de volver a ver, de
encuentro con el Resucitado, de alegría que nadie les podría quitar. Porque
Jesús seguiría estando presente de otra manera en medio de los suyos. Una
presencia misteriosa pero real.
Nosotros
también vivimos ausencias de Jesús y noches oscuras, situaciones de muerte, de
renuncia, de dolor. Nos cuesta entender en él, en nosotros mismos y en los
demás las situaciones que son como piedras que aparecen en el camino. No hay
Pascua sin muerte. No hay resurrección sin cruz. Incluso al anunciar el
evangelio aparecen fracasos y predisposición en contra. También éxitos, nuevas
visiones e interpretaciones, luces que disipan oscuridades.
Tengamos
confianza. El Espíritu de Dios y el mismo Cristo están presentes en todas las
situaciones de nuestra vida y no nos abandonan. Con ellos las tristezas cobran
sentido y pueden cambiar en alegría verdadera.
Fray José Antonio Fernández de
Quevedo
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-5-2019/
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