Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel
tiempo, disputaban los judíos entre sí: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?» Entonces Jesús les dijo: - «Os aseguro que si no coméis la carne del
Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último
día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha
enviado, y yo
vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo
Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Reflexión
del Evangelio de hoy
¿Por qué
me persigues?
La
Conversión de San Pablo es presentada por San Lucas como una auténtica
teofanía, porque el verdadero protagonista es Jesús, el Hijo de Dios, el
Resucitado, que irrumpe en la vida de Saulo y en el de la propia comunidad
cristiana que teme y desconfía del hasta ahora implacable perseguidor. La fe es
así: Cristo entra en nuestra vida con su gracia y nos enfrenta con la Verdad:
la mía y la de Dios. La ceguera pasajera nos indica un camino de preparación,
de purificación para entrar en la Luz del Evangelio y en la comunidad del
Espíritu que es la Iglesia.
Tendríamos
que plantearnos la pregunta que Jesús hace a Saulo… porque también nos la hace
a nosotros: ¿Por qué me persigues? Él, judío, no sabía quién era Jesús, pero
tenía sus prejuicios equivocados sobre Él. Nosotros, bautizados, también muchas
veces pues preferimos la fe aprendida a nuestra propia experiencia de encuentro
con Cristo en la oración, los sacramentos y… el hermano necesitado, molesto… al
que calumnio, persigo… en quien Él se hace presente: “Yo soy Jesús, al que tú
persigues”.
Este es
el pan bajado del cielo
El
Evangelio de hoy conserva todavía la radicalidad con que Juan nos relata el
discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Las expresiones de “el pan que
os daré es mi carne para la vida del mundo” y de “comer mi carne” o “beber mi
sangre” constituyen un escándalo para los judíos que se fijan en lo que
consideran una blasfemia y no van más allá de un Éxodo que ahora cobra todo su
sentido. Jesús no es solo el maná que alimenta el cuerpo. Es realmente la carne
y la sangre que dan la vida eterna, la definitiva liberación del mal y de la
muerte.
En la
eucaristía adquiere esta expresión todo su valor: comulgar a Cristo no es solo
aceptar el Evangelio, sino hacerlo plenamente vida, es compartir, asimilar la
propia vida del Señor con todo lo que eso supone. Por eso, tras este discurso,
San Juan nos dice que muchos de sus discípulos se escandalizaron y lo
abandonaron. Y es que una cosa es aceptar la Palabra, participar en los
sacramentos incluso y otra asumir que, como cristiano, Jesús está viviendo en
mí, amando en mí, muriendo y resucitando… Comer su carne, beber su sangre es
ser Cristo ante los hombres. Probablemente, si lo aceptáramos de verdad, quizá
muchos no acudirían tan despreocupadamente a comulgar o plantearíamos de otra
manera las primeras comuniones.
El santo
arzobispo de Florencia San Antonino, dominico, fue un ejemplo de comunión con
Cristo en la atención a su feligresía, sobre todo a los más necesitados. Es un
ejemplo de pastor que sabe dar su vida por sus ovejas. Es también el caso de
San Juan de Ávila, maestro de sacerdotes y de San Damián de Molokai, el apóstol
de los leprosos.
¿Cómo ha
sido mi propio proceso de Conversión? ¿Soy capaz de “ver” a Cristo en mis
hermanos?
¿Qué
significa para mí comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
¿Cómo
valoro las primeras comuniones y el comulgar masivo en las eucaristías?
D. Carlos José Romero Mensaque,
O.P.
Fraternidad Fray Bartolomé de las Casas (Sevilla)
Fraternidad Fray Bartolomé de las Casas (Sevilla)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-5-2019/
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