En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: - «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en
mí, y yo en vosotros.A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Corno el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Pablo y
Bernabé contaron lo que Dios había hecho con ellos
El capítulo 15 de los Hechos de
los Apóstoles, que leeremos de manera fragmentada durante estos días, es una
presentación -maravillosamente elaborada por Lucas- de las tensiones creadas en
la comunidad de los creyentes desde los comienzos, y que podemos considerar
como el modelo de “instrucciones de uso” para las comunidades cristianas a lo
largo de la historia.
Simplificando, unas comunidades
nuevas, abiertas -las nacidas en medio pagano-, que descubren la noticia sobre
Jesús con el asombro de lo totalmente inesperado, que supera cualquier sueño
que hubieran podido imaginar. Y otras comunidades en continuidad con el
judaísmo, que se sienten como el “resto” de Israel, el nuevo pueblo de Dios,
estrechamente vinculadas a su tradición religiosa, que consideran indispensable
para formar parte de ese nuevo pueblo.
Esto se traduce en dos actitudes
diferentes: la de aquellos que viven su fe a partir exclusivamente de la novedad
de Jesús para sus vidas (Pablo y Bernabé son sus representantes), y la de
aquellos otros que -creyendo en Jesús- suponen que para llegar a Él es precisa
la mediación del judaísmo (algunos apóstoles están más cerca de esta
concepción). Los segundos pretenden imponer su punto de vista y ello da lugar a
una disputa importante que es preciso solucionar para que la Iglesia no se
“rompa”.
Pablo y Bernabé serán enviados a
dialogar con la Iglesia de Jerusalén. Y la lectura nos deja hoy con el
interrogante de lo que sucederá tras la deliberación de los que se reúnen para
examinar el asunto. Pero también con la primera gran lección que podríamos
haber aprendido: el primer paso es el diálogo.
Y personalmente, ¿qué prevalece
en mí de estas diversas formas de vivir la fe? ¿me inclino hacia el
cumplimiento de normas? ¿descubro la fe como un don que tiene por único y
exclusivo centro al Señor Jesús resucitado, vida y salvación para mí y para
todos? ¿cómo podría contarme y contar lo que Dios ha hecho conmigo?
Sin mí no
podéis hacer nada
Jesús utiliza una comparación muy
sencilla de entender en su mundo agrícola para mostrarnos el grado de
vinculación que establece con nosotros, haciéndonos partícipes de su vida: la
vid y los sarmientos. Una participación que no es ni “automática” ni pasiva.
Pone en juego nuestra libertad, y nos “provoca” a entrar en un dinamismo que se
mueve en torno a dos claves: “dar frutos” y “permanecer”. Esto es tan esencial
que lleva a Jesús a hacer dos afirmaciones rotundas que a veces nos pueden
producir desconcierto:
-. “Sin mí no podéis hacer nada”.
¿Está Jesús exagerando? Los seres humanos podemos hacer muchas cosas, y desde
la libertad mantenernos al margen de la corriente de la Vida que se nos
entrega. En ese caso no producimos “frutos”. Y es seguro que tenemos alguna
experiencia de esa realidad, ¡cuántas veces comprobamos en nosotros y en
nuestro entorno actuaciones que no generan vida, que dañan, que no están al
servicio del bien…! Pero, también al contrario, la presencia del bien nos habla
de la vinculación con la “vid”, independientemente del grado de conciencia que
tengamos de ello… No es “nuestra” obra, y de hecho lo “estropeamos” cuando nos
la queremos apropiar.
-. “Si permanecéis en mí…
pediréis lo que queráis y se os dará”. El contexto en el que Jesús hace esta
afirmación no deja demasiado espacio para pensar que se trata de poder pedir a
Dios esas cosas que tantas veces se nos ocurren, y que nos llevan incluso a intentar
una especie de comercio piadoso con Él, en el que se compran sus favores con
promesas por nuestra parte. Nada más lejos del Dios de Jesús.
Permanecer en Él, estar unidos a
la “vid”, nos ayuda a ir descubriendo el sentido profundo de la vida, ilumina
el camino, despierta el deseo hondo de producir “frutos”…
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo
Congregación Romana de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/22-5-2019/
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