Lectura
del santo evangelio según san Juan 15, 9-17
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como el Padre me ha amado, así os he
amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco
en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y
vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a
otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no
os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os
llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a
otros.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Lo
asociaron a los once apóstoles
En el
contexto del Tiempo Pascual que estamos celebrando, hoy la Iglesia nos invita a
la fiesta de S. Matías apóstol. Uno de los doce que se unió al grupo después de
la resurrección de Jesús, para ocupar el puesto de Judas. Nada más sabemos de
él, porque el libro de los Hechos de los Apóstoles no vuelve a nombrarlo. San
Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos
que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta
que murió crucificado, por lo que se le representa con una cruz de madera en su
mano.
Por su
discreción en los datos biográficos, da la sensación de haber pasado muy desapercibido.
Incluso en el canon romano de la Misa, en el que se nombra a todos los
apóstoles, él aparece no entre ellos, sino con Juan el Bautista, Esteban y
Bernabé.
Ante la
necesidad de cubrir el lugar de Judas para que el grupo de los doce volviera a
estar completo (recordemos que el doce, para los judíos, era el número de las
tribus de Israel, un número con un especial valor simbólico), Pedro explica las
condiciones que debe cumplir el candidato: haber acompañado a Jesús durante
toda su vida pública, desde el bautismo hasta la ascensión. No basta haberlo
seguido en una larga serie de jornadas evangélicas, ni haber vivido algún
tiempo en intimidad con Él, ni haber sido enviado por Él a predicar, ni
siquiera haberlo visto resucitado. Un apóstol es un testigo de Jesús, y hace
falta haberle acompañado durante toda su predicación para poder atestiguar
sobre toda su doctrina, como hace falta haberlo visto resucitado después de la
crucifixión para poder ser testigo de su legado divino.
Ante la
disyuntiva de elegir a Matías o a José, después de una oración invocando la
sabiduría de Dios, echaron suertes. Es algo que hoy nos puede extrañar, pero
que entonces se acostumbraba. Se apelaba a las suertes para decidirse entre dos
soluciones aparentemente equivalentes, y en la providencia ordinaria de Dios,
que decidía la suerte, se veía la voluntad de Dios. Aquello no era fiarse de
una casualidad física, sino confiarse a la causalidad divina. Cada semana, en
el templo de Jerusalén, los sacerdotes echaban suertes para repartirse los
oficios. Y el último caso que registra la Biblia de una elección religiosa
señalada por la suerte, es esta designación de Matías como apóstol de Jesús,
con idéntica categoría que los otros once. "Y la suerte señaló a Matías, y
fue uno de los doce apóstoles."
La
enseñanza que podemos recoger de este relato es que, al fin, el Señor es el
Dios de la Historia, que rige los caminos de la Iglesia – la incipiente y la de
nuestros días- con su providencia amorosa. La traición de Judas, ni nuestras
propias traiciones y pecados, no hace que el plan de Dios se pierda, ni la
Iglesia deje de cumplir su misión, sino que cuida que el Evangelio llegue
a todas partes.
En el
Evangelio de hoy encontramos que, igual que a Matías, el Señor nos ha elegido a
nosotros también para ser sus amigos, para gozar de su intimidad, de sus
confidencias, en definitiva de su amor, en el contexto de la despedida de la
Última Cena. Permanecer en su amor, amarnos como Él nos ha amado, ser sus
amigos, considerarnos elegidos por Él, gratuitamente, sin mérito alguno por
nuestra parte. Todo esto hace de nosotros también hoy apóstoles, como Matías.
También compartiendo su “anonimato”, su discreción, pero gozando a la vez de la
alegría de permanecer en el amor de Jesús. Y expandiendo su mensaje allí donde
estemos, como Él espera y quiere de nosotros.
Monasterio Ntra. Sra. de la
Piedad - MM. Dominicas
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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