Lectura
del santo evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel
tiempo, Jesús dijo, gritando: - «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el
que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al
mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga
mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al
mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras
tiene quien lo juzgue: la
palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el
último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es
quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su
mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha
encargado el Padre.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
La
Palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba
La
lectura de hoy de Hechos nos sitúa al final de la primera parte del libro,
donde el protagonista principal ha sido el apóstol Pedro y la misión de la
Iglesia en Jerusalén, Judea y Samaría. Ahora, se va abrir paso a un nuevo
protagonista: Pablo y su evangelización hasta los confines de la tierra. La
proclamación del Kerigma se cierra con un breve sumario que resume el
crecimiento de la comunidad a causa de la Palabra de Dios. Lo que ayuda a la
multiplicación de los creyentes es la obra salvadora del Resucitado, anunciada
y proclamada por los apóstoles en medio de numerosas persecuciones. El
testimonio de vida los ha convertido en testigos de aquello que anuncian en el nombre
de Jesús y que lleva a otros a le fe en él.
Además,
la lectura nos recuerda que Bernabé y Saulo vuelven de Jerusalén donde han
terminado su ministerio de llevar la colecta para paliar la situación de
penuria por la que pasaba dicha comunidad. Ambos apóstoles permanecieron en la
ciudad santa mientras duro la persecución de Agripa. Solidaridad con los más
pobres y solidaridad en el sufrimiento de la persecución, son signos de una
Iglesia que crece y se multiplica. Bernabé y Pablo llegan a Antioquía de
Siria acompañados de Juan Marcos. Ya están listos para realizar el primer viaje
misionero que va a preparar la Iglesia antioquena y que llevará la Buena
noticia de Jesús al mundo gentil.
El relato
nos presenta también la identidad de los dirigentes de esta comunidad: en ella
hay profetas y maestros; lo que nos sugiere una cierta organización
ministerial. Cuando estaban celebrando el culto al Señor, el Espíritu aparta a
Bernabé y a Saulo, para la obra a la que han sido llamados. La evangelización
al mundo gentil es una llamada del Señor, que elige a las personas adecuadas
para llevar a cabo está misión. La tarea misionera no tiene como protagonistas
a los apóstoles sino al mismo Jesús, que los envía a llevar la buena noticia
del Reino a todos los rincones de la tierra. Pero ellos no están solos tienen
detrás a una comunidad que ora, ayuna y les impone las manos. Enviados por el
Espíritu a través de la Iglesia de Antioquía, ellos son apóstoles de esta
comunidad que los sostiene, de la que salen y a la que regresan.
Con esta
misión y acompañados por Juan Marcos, zarparon hacia Chipre anunciando la
palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Como dice el Papa Benedicto XVI
“la conversión del mundo antiguo al cristianismo no fue el resultado de una
actividad planificada, sino el fruto de la prueba de la fe en el mundo como era
contemplada en la vida de los cristianos y en la comunidad de la Iglesia. La
invitación real de experiencia a experiencia, y nada más, fue, humanamente
hablando, la fuerza misionera de la Iglesia antigua”.
No he
venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo
Al igual
que en la lectura anterior, el evangelio de Juan nos sitúa al final de la
primera parte de su narración llamada, el libro de los Signos. El redactor
añade este breve discurso de Jesús a modo de sumario que resume su mensaje
dirigido al mundo. El relato no nos dice cuándo ni dónde proclama Jesús estas
palabras finales que se presentan como una síntesis de todo lo que ha sido su
ministerio hasta este momento. Más que un discurso doctrinal es una exhortación
al discípulo a creer en él. Creer en Jesús es creer en aquel que le ha enviado.
Esta frase puede ser un buen extracto del evangelio de Juan. Creer en
Jesús es un modo de contemplar a Dios, ya que él es el enviado del Padre, su
rostro visible.
Por esta
relación con el Padre, Jesús puede afirmar que trae luz al mundo para que
quienes crean en él y puedan salir así de la oscuridad y caminar
permanentemente en la luz. Creer, ver, implica escuchar sus palabras, no solo
oírlas, sino acogerlas y guardarlas. Jesús es la respuesta a los grandes
interrogantes que tiene el ser humano, Él se presenta como la luz que brilla en
las tinieblas, y hace que nuestras oscuridades vislumbren su resplandor. Jesús
es la luz que aclara el horizonte, ayudando a descubrir el lado luminoso de la
oscuridad de la fe.
Ante el
temor del juicio, la respuesta del Señor es clara, él no ha venido a condenar
al mundo sino a salvarlo. Quien lo rechaza y no acepta sus palabras, ya tiene
su juicio, la palabra de Jesús será su juez en el último día. Este juicio
comienza ahora y se prolonga también después de la vida. Pero Jesús depende de
las palabras del Padre, Él no habla por cuenta propia, sino que habla lo que el
Dios le ha mandado decir. Con absoluta confianza, Jesús puede afirmar que su
palabra trae vida eterna.
En el
comienzo de su ministerio, Jesús se presenta como la única revelación de Dios,
y la vida o la muerte, la luz o la tiniebla surgen de la aceptación o el
rechazo a esta revelación. Es el Padre quien lo legitima a través de las obras
que él hace. Su conclusión antes de iniciar el libro de la Gloria, es
clara “lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre”.
Hoy día
de San Isidro, se nos presenta una nueva oportunidad de pararnos, de revisar
cómo está nuestra fe y en qué medida ella sostiene nuestras oscuridades.
Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/15-5-2019/
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