Lectura
del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «La paz
os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a
vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque
el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda, sigáis creyendo.
Ya no
hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe
del mundo; no es que él
tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al
Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago. Levantaos, vámonos de aquí.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Los
encomendaban al Señor, en quien habían creído
Sin duda
el libro de los Hechos muestra el desarrollo de la Nueva Alianza de Dios con su
pueblo rubricada con la Sangre de Cristo. Es la vida de la Iglesia naciente
salida de la esclavitud de la Ley.
Si en el
Antiguo Testamento hemos visto el caminar del pueblo de Dios liberado de
la opresión de Egipto hacia la tierra que Yahvé le había prometido, en los
Hechos constatamos que el Nuevo Pueblo, la Nueva Israel, la Iglesia,
camina hacia la Plenitud haciéndolo en seguimiento del Espíritu pero,
como nuestros antepasados en la fe, lo harán en medio de contradicciones y
dificultades.
En la
perícopa que hoy nos presenta la Liturgia vemos a Pablo y Bernabé, encomendados
a la gracia de Dios, siguiendo el itinerario que el Espíritu les marca, seguros
de que “Dios es el que obra el querer y el obrar en nosotros y por medio
nuestro”, poniendo de manifiesto su fe, su completa adhesión a las enseñanzas
del Señor, su firme voluntad de no regatear esfuerzo por que la Buena Nueva sea
conocida, y su gozo de colaborar con el Señor en la extensión de su
Reino.
Antioquía,
Iconio, Listra, Derbe… En todos los lugares por los que pasan se prodigan
anunciando el Reino y en todos ellos encuentran las mismas dificultades: la
oposición y persecución de los judíos, enemigos acérrimos de su predicación,
como también la contradicción humana, que después de intentar adorar a Pablo
como Dios, instigados por los judíos, se vuelven contra él y apedreándolo lo
dejan como muerto a las afueras de la ciudad.
En la
reacción de Pablo, recuperado milagrosamente, cabe destacar su extraordinaria
capacidad para perdonar; para, aparentemente, ignorar lo sucedido. Y es que,
urgido por el celo de Cristo, vuelve sobre sus pasos para afianzar en la fe las
comunidades nacientes que él no había podido dejar lo suficientemente
organizadas. Sin duda, Pablo, tiene muy presente en su corazón la misericordia
que Dios ha derrochado en él, “transformándolo de acérrimo perseguidor de los
cristianos” en su gran Apóstol.
Vuelve
porque es consciente de que él no va a estar siempre con ellos, y quiere que
las comunidades por él fundadas sean autónomas; de ahí que designe a los
presbíteros, ancianos en la fe, encomendándoles al Señor por medio de la
oración y la penitencia.
Y vueltos
a Antioquia viven el gozo de compartir estas experiencias apostólicas con la
comunidad que los había enviado encomendados a la gracia de Dios.
…vendremos
a él y haremos morada en él
Intentando
captar la profundidad de estos versículos del capítulo 14 de San Juan, mi
corazón se remonta a unos versículos anteriores del mismo capítulo, justamente
al versículo 23 que en su final nos asegura”…vendremos a él y haremos morada
en él”
En la
perícopa que hoy nos ocupa, Jesús, antes de iniciar los grandes discursos de
despedida, hablándonos desde su corazón, nos asegura y nos deja su Paz…
¿En qué
consiste esa Paz que Él nos deja sino en la Presencia de la que nos habla en el
mencionado final del versículo 23, “vendremos a él y haremos morada en él”?
Presencia
“Presencia”,
que transmite fortaleza para no temer, para superar las dificultades que día a
día nos acontezcan…
“Presencia”,
porque aunque Él se vaya, ¡vuelve! Está con/en nosotros por el Espíritu que nos
está prometiendo…
“Presencia”,
que nos asegura que aun cuando todo vaya en contra, Él permanece con nosotros:
“Soy Yo,
no temáis”.
“Presencia”,
que se nos hace sentir, aunque dolorosamente y sin palabras: ”Ya no hablaré
mucho con vosotros, porque llega el príncipe de este mundo que no tiene
poder alguno sobre mi…”
Y nos habla
de este modo antes de que suceda para que cuando suceda, creamos…
Y es que
el “príncipe de este mundo” está hoy entre nosotros. Y su batalla sigue siendo
contra Cristo, en nosotros… Pero en esa batalla, en esa lucha entre el mal y el
bien, la PRESENCIA diríamos que le da respeto. Nunca se atreverá más de lo
conveniente. Su osadía tendrá un límite, porque la Luz, la Verdad, la Palabra
nos sostienen.
Por eso:
¡No temáis! Soy yo… ¡PAZ!
Y con el
salmo cantaremos:
¡Que todas tus criaturas te den gracias, Señor!
¡Que te bendigan tus fieles!
Tiempo de
espacio interior…tiempo de silencio…tiempo de permanecer y adorar a la vez que
con la Oración Inicial suplicamos:…
”Tú, que nos has dado una vida nueva,
fortalece nuestra fe y afianza nuestra esperanza
para que no vacilemos de que lo que nos has prometido se cumplirá”
Sor María del Rosario Hernández
O.P.
Convento de Santo Domingo (Zaragoza)
Convento de Santo Domingo (Zaragoza)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-5-2019/
No hay comentarios:
Publicar un comentario