29-04-2014 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio) Toda comunidad cristiana debería
confrontar su propia vida con la que animaba a la primera Iglesia y verificar
su propia capacidad de vivir en “armonía”, de dar testimonio de la Resurrección
de Cristo y de asistir a los pobres. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la
Capilla de la Casa de Santa Marta.
Un “icono” con tres “pinceladas”: es lo que presenta a la
primera comunidad cristiana tal como aparece descrita en los Hechos de los
Apóstoles. El Papa se detuvo en las tres características de este grupo, capaz
de plena concordia en su interior, de dar testimonio de Cristo hacia fuera, y
de impedir que sus miembros padecieran la miseria: las “tres peculiaridades del
pueblo renacido”.
Francisco desarrolló su homilía a partir de lo que la
Iglesia ha destacado durante toda la semana de Pascua: “renacer desde lo Alto”,
del Espíritu, que da vida al primer núcleo de los “nuevos cristianos”, cuando
“aún no se llamaban así”:
“‘Tenía un solo corazón y una sola alma’. La paz. Una comunidad
en paz. Esto significa que en aquella comunidad no había lugar para los
chismes, para las envidias, para las calumnias, para las difamaciones. Paz. El
perdón: ‘El amor lo cubría todo’. Para calificar a una comunidad cristiana
sobre esto, debemos preguntarnos cómo es la actitud de los cristianos. ¿Son
mansos, humildes? En esa comunidad ¿hay peleas entre ellos por el poder?
¿Peleas de envidia? ¿Hay chismes? No están por el camino de Jesucristo. Esta
característica es muy importante, muy importante, porque el demonio trata de
dividirnos siempre. Es el padre de la división”.
No es que faltaran los problemas en aquella primera
comunidad. De hecho, el Papa Francisco recordó “las luchas internas, las luchas
doctrinales, las luchas de poder” que también aparecieron más adelante. Por
ejemplo, dijo, cuando las viudas se lamentaron de no ser asistidas bien por los
Apóstoles, por lo que “debieron hacer a los diáconos”.
Sin embargo, aquel “momento fuerte” del inicio fija para
siempre la esencia de la comunidad nacida del Espíritu. Una comunidad acorde y,
en segundo lugar, una comunidad de testigos de la fe, sobre la cual el Papa
invitó a confrontar toda comunidad actual:
“¿Es una comunidad que da testimonio de la resurrección de
Jesucristo? Esta parroquia, esta comunidad, esta diócesis ¿cree verdaderamente
que Jesucristo ha resucitado? O dice: ‘Sí, ha resucitado, pero de esta parte’,
porque lo cree aquí solamente, con el corazón lejos de esta fuerza. Dar
testimonio de que Jesús está vivo, está entre nosotros. Y así se puede
verificar cómo va una comunidad”.
Le tercera característica sobre la cual verificar cómo va
la vida de una comunidad cristiana está relacionada con “los pobres”. Y aquí el
Papa Francisco distinguió el metro de verificación en dos puntos:
“Primero: ¿Cómo es tu actitud o la actitud de esta
comunidad con los pobres? Y segundo: Esta comunidad ¿es pobre? ¿Pobre de
corazón, pobre de espíritu? ¿O pone su confianza en las riquezas? ¿En el poder?
Armonía, testimonio, pobreza y atender a los pobres. Y esto es lo que Jesús
explicaba a Nicodemo: este nacer desde lo Alto. Porque el único que puede hacer
esto es el Espíritu. Esta es obra del opera del Espíritu. A la Iglesia la hace
el Espíritu. El Espíritu hace la unidad. El Espíritu te impulsa hacia el
testimonio. El Espíritu te hace pobre, porque Él es la riqueza y hace que tú te
ocupes de los pobres”.
“Que el Espíritu Santo –concluyó Francisco– nos ayude a
caminar por este camino de renacidos por la fuerza del Bautismo”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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