Día litúrgico: Lunes V (A y B) de
Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo,
Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en
el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a
enseñarles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en
adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas
mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué
acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la
tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E
inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras
otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que
seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te
ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más».
Comentario: Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España).
Vete, y en adelante no peques más
Hoy contemplamos en el Evangelio el rostro misericordioso
de Jesús. Dios es Amor, y Amor que perdona, Amor que se compadece de nuestras
flaquezas, Amor que salva. Los maestros de la Ley de Moisés y los fariseos «le
llevan una mujer sorprendida en adulterio» (Jn 8,4) y piden al Señor: «¿Tú qué
dices?» (Jn 8,5). No les interesa tanto seguir una enseñanza de Jesús como
poderlo acusar de que va contra de la Ley de Moisés. Pero el Maestro aprovecha
esta ocasión para manifestar que Él ha venido a buscar a los pecadores, a
enderezar a los caídos, a llamarlos a la conversión y a la penitencia. Y éste
es el mensaje de la Cuaresma para nosotros, ya que todos somos pecadores y
todos necesitamos de la gracia salvadora de Dios.
Se dice que hoy día se ha perdido el sentido del pecado.
Muchos no saben lo que está bien o mal, ni por qué. Es lo mismo que decir —en
forma positiva— que se ha perdido el sentido del Amor a Dios: del Amor que Dios
nos tiene, y —por nuestra parte— la correspondencia que este Amor pide. Quien
ama no ofende. Quien se sabe amado y perdonado, vuelve amor por Amor:
«Preguntaron al Amigo cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde
el Amado nos ha lavado nuestras culpas» (Ramon Llull).
Por esto, el sentido de la conversión y de la penitencia
propio de la Cuaresma es ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del
Señor en la Cruz, acudir a manifestarle personalmente nuestros pecados en el
sacramento de la Penitencia. Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá:
«Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más» (Jn 8,11). Dios perdona, y
esto conlleva por nuestra parte una exigencia, un compromiso: ¡No peques más!
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