Hoy, el Evangelio no sólo nos dice que las mujeres estaban
junto a la Cruz, sino que Jesucristo no dejó sola a su madre: la confió a los
cuidados de Juan. Cuando san Juan habla de hechos humanos como éste, recuerda
ciertamente acontecimientos ocurridos, pero siempre le interesa decir algo más.
Así, pues, ¿qué más quiere destacar?
Primero, la forma de llamar "mujer" a su madre,
como en la boda de Caná, anticipación de la boda definitiva, del "vino
nuevo" que el Señor quería ofrecer. Ahora se hace realidad el signo
precursor de lo que estaba por venir. Segundo, la Iglesia no ha tenido
dificultad alguna para reconocer en la "mujer" a María en sentido
personal, pero, además —abarcando todos los tiempos— a la "Iglesia" esposa
y Madre, en la cual el misterio de María se prolonga en la historia.
—Jesús, deseo acoger en mi propia existencia personal a
María como persona (¡nuestra Madre!) y como Iglesia, cumpliendo así tu última
voluntad, tal como lo hizo san Juan.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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