Hoy Cristo desvela la fuente de su "poder": la
obediencia al Padre. En Jesucristo la obediencia no es un factor secundario,
añadido, sino que es algo esencial. Su poder no tiene ningún límite desde
fuera, sino un límite que llega desde dentro: la voluntad del Padre, libremente
asumida hasta el punto de renunciarse totalmente a sí mismo.
Jesús es uno con Dios, de forma que el poder de Dios pasa
a ser su poder. El poder que ahora proclama viene de las fuentes de la Cruz y
es, por tanto, la antítesis del poder arbitrario de la posesión total, la
permisión total y la posibilidad total. La redención del mundo descansa en la
oración del monte de los Olivos: "No se haga mi voluntad sino la
tuya", oración que el Señor nos enseñó en el "Padrenuestro".
—Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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