Hoy constatamos una de las consecuencias más perniciosas
de la increencia y cerrazón de corazón: deformar el rostro de Jesús. El caso
del Evangelio de hoy raya la absurdidad: asignar a Jesús un poder demoníaco
para explicar la expulsión de demonios. ¡Lamentable y torpe error!
Aquel burdo error de los escribas se ha reproducido
modernamente en versión materialista. ¿No debería el salvador del mundo
demostrar su identidad dando de comer a todos? El marxismo habría hecho que
toda hambre fuera saciada y que el desierto se convirtiera en pan. Pero, la
historia ha mostrado que cuando no se respeta la jerarquía de los bienes ya no
hay justicia, sino que se crea desajuste y destrucción también en el ámbito de
los bienes materiales. Cuando se reniega de Dios o, simplemente, se le da una
importancia secundaria (dejándole de lado), entonces fracasan precisamente
estas cosas presuntamente más importantes.
—Señor: el pan es importante, la libertad es más
importante, pero lo fundamental es la fidelidad constante y la adoración jamás
traicionada.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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