Hoy, Andrés ha convivido con Jesús y le confiesa como el
Cristo, el Mesías. En efecto, el descenso del Espíritu sobre Jesucristo (con
que termina la escena del bautismo) fue como la investidura formal de su
misión. Los Padres de la Iglesia veían en este hecho una analogía con la unción
de los reyes y sacerdotes de Israel al ocupar su cargo. La palabra
"Cristo-Mesías" significa "el Ungido".
En la Antigua Alianza, la unción era el signo visible de
la concesión de los dones requeridos para su tarea, del Espíritu de Dios para
su misión. Por ello, en Isaías 11,2 se desarrolla la esperanza de un verdadero
"Ungido", cuya "unción" consiste precisamente en que el
Espíritu del Señor desciende sobre él, "espíritu de ciencia y
discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y temor del
Señor". Después, Jesús se presentó a sí mismo en la Sinagoga con una frase
similar a la del profeta (cf. Lc 4,18).
—Jesús, tú eres el "Ungido esperado", nuestro
Rey y Sacerdote.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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