Hoy, la "Parábola de los talentos" podríamos
titularla como la "Parábola del siervo cobarde", ya que por miedo
esconde el dinero de su señor, en lugar de invertirlo como los otros siervos, y
multiplicarlo. El "talento" que se nos ha regalado, el tesoro de la
verdad, nos ha sido dado como un servicio a los demás: no debe ser ocultado;
tiene que ser repartido, para que obre y renueve como la levadura a la
humanidad.
Hoy, en Occidente somos rápidos para enterrar el tesoro,
tanto por cobardía —en el fondo, increencia— como también por negligencia: lo
enterramos porque nosotros mismos tampoco queremos ser importunados por la
verdad, puesto que pretendemos vivir tranquilos nuestra propia vida sin el peso
de su responsabilidad.
—Señor-Dios, el don de tu conocimiento, el don de tu amor
en el corazón abierto de tu Hijo Jesús, tendría que apremiarnos para hacer que
todos los confines de la tierra puedan contemplar tu salvación.
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