Hoy agradecemos a Dios la persona del Romano Pontífice,
sucesor de san Pedro. El Papa —haciendo suyas las palabras que Simón escuchó—
es elegido para confirmar en la fe a sus hermanos. Para ello recibe una
particular asistencia del Espíritu Santo. Todo eso se hizo evidente en Cesarea
de Filipo: fue Simón Pedro quien, por revelación del Padre, confesó
públicamente y con precisión la divinidad de Cristo.
Él ha "recibido" el primado en la Iglesia.
Decimos que lo ha "recibido" porque es un encargo. El Papa tiene una
potestad suprema, pero no para hacer lo que le apetezca: él no es un
"dictador", sino que debe ser el garante de la obediencia. Se debe a
Cristo: es su cabeza visible. Se debe a la Revelación: es su guardián. Se debe
a la Verdad: es su maestro. Se debe a sus hermanos: ¡es el Santo Padre! Es el
"siervo de los siervos de Dios".
—Dios Espíritu Santo, te pedimos que conserves,
fortalezcas y defiendas al Papa.
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