Día litúrgico: Sábado XVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 17,14-20): En aquel
tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, arrodillándose ante Él, le dijo:
«Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y está mal; pues muchas veces
cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero
ellos no han podido curarle». Jesús respondió: «¡Oh generación incrédula y
perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros?
¡Traédmelo acá!». Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño
desde aquel momento.
Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado,
y le dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Díceles: «Por vuestra
poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a
este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada os será
imposible».
Comentario: Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán
(Terrassa, Barcelona, España).
Si tenéis fe como un grano de mostaza (...) nada os será
imposible
Hoy, una vez más, Jesús da a entender que la medida de los
milagros es la medida de nuestra fe: «Yo os aseguro: si tenéis fe como un grano
de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará»
(Mt 17,20). De hecho, como hacen notar san Jerónimo y san Agustín, en la obra
de nuestra santidad (algo que claramente supera a nuestras fuerzas) se realiza
este “desplazarse el monte”. Por tanto, los milagros ahí están y, si no vemos
más es porque no le permitimos hacerlos por nuestra poca fe.
Ante una situación desconcertante y a todas luces,
incomprensible, el ser humano reacciona de diversas maneras. La epilepsia era
considerada como una enfermedad incurable y que sufrían las personas que se
encontraban poseídas por algún espíritu maligno.
El padre de aquella criatura expresa su amor hacia el hijo
buscando su curación integral, y acude a Jesús. Su acción es mostrada como un
verdadero acto de fe. Él se arrodilla ante Jesús y lo impreca directamente con
la convicción interior de que su petición será escuchada favorablemente. La
manera de expresar la demanda muestra, a la vez, la aceptación de su condición
y el reconocimiento de la misericordia de Aquél que puede compadecerse de los
otros.
Aquel padre trae a colación el hecho de que los discípulos
no han podido echar a aquel demonio. Este elemento introduce la instrucción de
Jesús haciendo notar la poca fe de los discípulos. Seguirlo a Él, hacerse
discípulo, colaborar en su misión pide una fe profunda y bien fundamentada,
capaz de soportar adversidades, contratiempos, dificultades e incomprensiones.
Una fe que es efectiva porque está sólidamente enraizada. En otros fragmentos
evangélicos, Jesucristo mismo lamenta la falta de fe de sus seguidores. La
expresión «nada os será imposible» (Mt 17,20) expresa con toda la fuerza la
importancia de la fe en el seguimiento del Maestro.
La Palabra de Dios pone delante de nosotros la reflexión
sobre la cualidad de nuestra fe y la manera cómo la profundizamos, y nos
recuerda aquella actitud del padre de familia que se acerca a Jesús y le ruega
con la profundidad del amor de su corazón.
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