Hoy escuchamos del Señor una palabra que, de buenas a
primeras, parece "no encajar" con su Amor misericordioso: el
"castigo". Pero sus castigos no son como los nuestros, en el sentido
de que Dios establezca multas policiales y le guste perjudicarnos. La expresión
"castigo de Dios" manifiesta que he errado en el buen camino y pueden
sobrevenirme consecuencias posteriores por seguir huellas falsas y abandonar la
verdadera vida.
En el lenguaje divino, el castigo es la situación en la
que entra el ser humano cuando se aleja de su auténtica esencia, o cuando no
respeta la dignidad de otra persona, dando la espalda a la verdad… Entonces el
individuo utiliza su libertad, sí, pero también abusa de ella. Por este falso
camino el hombre pisotea aquello para lo cual ha sido creado, destruyéndose a
sí mismo.
—Señor, tú eres mi Creador, que has venido a nosotros
dejando tu huella en la tierra. Haz que vea en tus pisadas mi camino.
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