16 de junio, 2013 (romereports.com) El patio infantil se quedó vacío por la II Guerra Mundial. Los niños de Albano, en Italia, cambiaron los juegos por el miedo a los bombardeos. Monseñor John Patrick Carroll-Abing atendía a los heridos en la calle.
Una de las explosiones destruyó la Iglesia de San Pedro, el sacerdote salió de entre los escombros y vio una escena que le cambió la vida.
Grazioli Porfirio
Presidente, Città dei Ragazzi
“Encontró un niño de dos años, dos años y medio sentado en el escalón de la Iglesia. Y el pequeño estaba esperando que se despertasen sus padres que habían muerto frente a él. Monseñor con su sotana toda polvorienta ve a ese niño y dice: ¿ahora quien cuidará de este niño?”.
Desde entonces Monseñor Carroll-Abing dejó su cargo en la Secretaria de Estado del Vaticano para atender a los niños y jóvenes sin familia. Darles de comer, proporcionar asistencia sanitaria a los heridos en la guerra y conseguir que recuperasen su infancia.
Fue el inicio de la 'Città dei Ragazzi', la ciudad de los niños, que comenzó el 6 de octubre de 1953. Un hogar gobernado y gestionado por los propios niños. Tenían una moneda propia que recompensaba el mérito y talleres para aprender un oficio y estudiar.
Roberto Fiacchini
Muestra, 'La mia città'
“El método con el que vivíamos en la Ciudad de los Muchachos era el auto-gobierno. Los jóvenes gobernaban solos en plena libertad y autonomía. Esto me sirvió más adelante también para educar a mis hijos”.
Roberto era este niño sonriente, sentado a la izquierda del grupo, que estaba hablando con el sacerdote. Desde los 11 a los 16 años vivió junto a sus hermanos en la 'Città dei Ragazzi'. Su madre no podía hacerse cargo de ellos.
Roberto Fiacchini
Muestra, 'La mia città'
“Para mí fue mi primer padre porque jamás conocí a mi verdadero padre. De alguna forma él fue un padre para miles de personas. Una figura muy carismática”.
El 6 de octubre la Città dei Ragazzi celebrará su 60 aniversario. Esta muestra fotográfica viajará por toda Italia y Estados Unidos no sólo para recordar el trabajo de Monseñor Carroll-Abbing, admirado por Pablo VI, Juan Pablo II, o personalidades como Walt Disney. También servirá para recordar la historia y evitar que se vuelvan a ver escenas como ésta.
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