Hoy, Jesucristo exige a los fariseos "hacer el
bien" con "buena intención". Para ser buenos, no basta con hacer
"cosas buenas", sino que se requiere "hacerlas bien" y
realizarlas en un "contexto bueno". Los fariseos caían en el vicio de
hacer cosas que eran buenas (dar limosna…) para aparentar ser buenos. Esta
falta de coherencia disgusta mucho a Dios.
Lo primero es que hagamos acciones que sean constructivas
para nuestro ser (el mío y el de los demás). Decir una mentira, por ejemplo, es
algo destructivo: a mí me hace mentiroso; al otro le "contamino" su
inteligencia. Sólo lo bueno hace buena mi voluntad. Pero, además de un
"buen punto de partida", se requiere una "buena dirección"
(recta intención). Si hago algo bueno pero con mala intención, estoy, en definitiva,
obrando "para" el mal. Han de ser buenos, por tanto, el
"qué" y el "para qué".
—Dios mío, quiero besarte, pero no para
"entregarte", sino para "entregarme" a Ti.
Fuente: master·evangeli.net
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