Sin duda, esta semana ha sido una ocasión privilegiada
para sentir la fuerza y el poder de las palabras de Cristo: “Pedro, tú eres
piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).
El sorpresivo anuncio del Santo Padre Benedicto XVI, que
comunicaba su renuncia a la Sede de Pedro, suscitó asombro, desconcierto y
admiración. Recogiendo las múltiples manifestaciones de los católicos de todo
el mundo encontramos una gama de sentimientos que recogen el legado dejado por
el Papa a nuestra generación. Hay expresiones de sincera gratitud porque su
Magisterio nos ha trasmitido la doctrina de siempre, con claridad, profundidad
y fidelidad. Encontramos manifestaciones de justo reconocimiento por la fuerza
y tenacidad que manifestó cuando tuvo que enfrentar los muy dolorosos momentos
que agitaron la calma de la Iglesia y que aún sanan con lentitud. Del mismo
modo, los fieles y sus pastores, han demostrado su admiración por su valentía
al anunciarnos la Verdad de Jesucristo, en medio de una sociedad abiertamente
opuesta, virtud que apreciamos también en esta ocasión cuando, en fidelidad a
su conciencia, decide renunciar con humildad.
Este particular momento de nuestra historia eclesial nos
invita a reafirmar lo que todo católico lleva en el corazón y lo identifica. En
primer lugar, un profundo amor a Jesucristo que se expresa en fidelidad a la
Iglesia, “esposa de Cristo”; una adhesión filial a la persona y al mensaje del
Santo Padre el Papa, Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra; un
compromiso firme con la nueva Evangelización para que la Iglesia siga siendo luz
de los pueblos y lámpara de verdad siempre encendida para iluminar y guiar el
mundo hacia la Vida Eterna.
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto de la CEP
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