Hoy, Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre
que era considerado como un pecador público. Mateo no sólo manejaba dinero
considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que
además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos
tributos podían ser determinados arbitrariamente. En más de una ocasión, los
Evangelios mencionan conjuntamente a los "publicanos y pecadores", a
los "publicanos y prostitutas".
Un dato que salta a la vista: Jesús no excluye a nadie de
su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado en la mesa de la
casa de Mateo-Leví, respondiendo a quien estaba escandalizado por el hecho de
frecuentar compañías poco recomendables, Cristo pronuncia la importante
declaración: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores".
—El buen anuncio del Evangelio consiste precisamente en
esto: ¡en el ofrecimiento de la gracia de Dios al pecador! Quien se encuentra
aparentemente más lejos de la santidad, puede convertirse incluso en un modelo
de acogida de la misericordia de Dios.
Fuente: master·evangeli.net
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