02-02-2013 Radio Vaticana
(RV).- En la fiesta de la Presentación del Señor el Santo
Padre Benedicto XVI presidió a las cinco y media de la tarde en la Basílica
Vaticana la celebración eucarística con la participación de numerosos miembros
de la vida consagrada.
Concelebraron con el Papa el cardenal Joao Braz de Aviz,
prefecto de la Congregación para los Estudios de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica, y el subsecretario de este dicasterio.
En su homilía, el Obispo de Roma dirigió a sus hermanos y
hermanas consagrados, tres invitaciones, para que puedan entrar plenamente a
través de la puerta de la fe.
En primer lugar, el Papa los invitó a alimentar
una fe capaz de iluminar su vocación. Por esto los exhortó a hacer memoria,
como en una peregrinación interior, del “primer amor” con el que el Señor
Jesucristo ha encendido su corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa
llama. Y les dijo que para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la
adoración.
En segundo lugar, el Santo Padre invitó a los
religiosos “a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad”. Porque en
la sociedad de la eficiencia y del éxito, su vida, marcada por la “minoría” y
por la debilidad de los pequeños, por la empatía con los que no tienen voz, se
convierte en un “signo evangélico de contradicción”.
Por último el Papa, exhortó a los consagrados
a renovar la fe que los hace ser peregrinos hacia el futuro. Tras destacar que
“por su naturaleza la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en
búsqueda de un Rostro que algunas veces se manifiesta y otras se vela”, Su
Santidad manifestó el deseo de que éste sea el aliento constante de su corazón.
Por eso les recomendó que no se unan a los profetas de desventura que proclaman
el fin o la sinrazón de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días, sino
que más bien se revistan de Jesucristo con las armas de la luz, permaneciendo
despiertos y vigilantes.
A los queridos hermanos y hermanas consagrados,
representados en la peregrinación simbólica que en el Año de la fe expresa aún
más su converger en la Iglesia, para ser confirmados en la fe y renovar su
oferta a Dios, el Papa les dirigió con afecto a cada uno de ellos, y a sus
institutos, su más cordial saludo, agradeciéndoles su presencia en la Basílica
Vaticana.
Y reafirmó que en la luz de Cristo, con los múltiples
carismas de vida contemplativa y apostólica, estos consagrados cooperan en la
vida y en la misión de la Iglesia en el mundo. En este espíritu de
reconocimiento y de comunión, Benedicto XVI les dijo que el gozo de la vida
consagrada pasa necesariamente a través de la participación en la Cruz de
Cristo.
Así fue para María Santísima, agregó el Papa. Puesto que
el suyo es el sufrimiento del corazón que forma “un todo único con el Corazón
del Hijo de Dios”, traspasado por amor. Y destacó que de esa herida brota la
luz de Dios, al igual que de los sufrimientos y sacrificios, del don de sí
mismos que los consagrados viven por amor a Dios y a los demás, en que irradian
la misma luz, que evangeliza a las gentes.
Por esta razón, el Papa añadió que en esta fiesta deseaba
especialmente a los consagrados que su vida tenga siempre el sabor evangélico,
para que en ellos la Buena Noticia sea vivida, testimoniada, anunciada y
resplandezca como palabra de verdad.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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