En el Ángelus de este domingo el Papa ha glosado el pasaje
evangélico de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel (segundo
de los misterios gozosos del Rosario), estando ambas embarazadas de Jesús y de
Juan el Bautista.
"Este episodio no representa solamente un gesto de
cortesía", afirmó Benedicto XVI, "sino que describe con gran
sencillez el encuentro del Antiguo con el Nuevo Testamento. Las dos mujeres,
las dos embarazadas, encarnan en efecto la espera y el Esperado. La anciana
Isabel simboliza a Israel que espera al Mesías, mientras la joven María lleva
consigo el cumplimiento de tal espera, para bien toda la humanidad".
Isabel, acogiendo a María, reconoce que se está realizando
la promesa de Dios a la humanidad y exclama: "¡Bendita tú entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!". Una expresión que, recuerda
Benedicto XVI, se refiere en el Antiguo Testamento a Yael y a Judit, "dos
mujeres guerreras que lucharon por salvar a Israel": "Ahora en cambio
se ha dirigido a María, jovencita pacífica que está por generar al Salvador del
mundo. Así también la alegría de Juan", que saltó en el seno de su madre,
"recuerda la danza que el rey David hizo cuando acompañó el ingreso del
Arca de la Alianza en Jerusalén", un Arca que "era el signo de la
presencia de Dios en medio a su pueblo".
"La escena de la Visitación expresa también la
belleza de la acogida: donde hay acogida recíproca, escucha, dar espacio al
otro, allí está Dios y la alegría que viene de Él", sostiene el Papa,
quien toma esta idea como motivo de meditación navideña: "Imitemos a María
en el tiempo de Navidad, visitando a cuantos viven en dificultad, en particular
los enfermos, los encarcelados, los ancianos y los niños".
"E imitemos también a Isabel que recibe al huésped
como Dios mismo", concluye: "Sin desearlo, no conoceremos nunca al
Señor, sin esperarlo no lo hallaremos, sin buscarlo no lo encontraremos".
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