Hoy, todavía en casa de Isabel y Zacarías, escuchamos el
"Magnificat", este gran poema que nos llega de los labios, mejor
dicho, del corazón de María, inspirado por el Espíritu Santo. "Mi alma
engrandece —"magníficat"— al Señor"; ahí se expresa todo el programa
de su vida: no ponerse Ella en el centro, sino dar espacio a Dios. María es
grande precisamente porque no quiso hacerse grande a sí misma. Ella sabe que
sólo si Dios es grande también el hombre es grande.
El "Magnificat" es del todo original, pero, al
mismo tiempo, es un "tejido" bordado con "hilos" del
Antiguo Testamento, hecho de la Palabra de Dios. Entonces captamos que María
estaba como "en su casa": vivía de la Palabra de Dios y estaba
impregnada de ella. La penetraba la sabia luz divina, y por eso era tan noble,
tan bondadosa, tan radiante de amor.
—"Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las
generaciones": ¡bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús!
Fuente: master·evangeli.net
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