El Papa recibió este sábado en el Vaticano a miles de
representantes del mundo del circo a los que animó a seguir "asombrando y
maravillando, ofreciendo ocasiones de fiesta y de diversión sana", a pesar
de las dificultades de su oficio.
"Con la variedad de sus profesiones y la originalidad
de los espectáculos, saben cómo asombrar, maravillar, ofrecer ocasiones de
fiesta y de diversión sana", les dijo a los artistas reunidos en la gran
sala Pablo VI del Vaticano.
Benedicto XVI alabó "los valores que forman parte de
la tradición" del mundo circense, como "el amor por la familia, la
ternura por los niños, la atención por los minusválidos, el cuidado de los
enfermos y el aprecio por los ancianos y su experiencia".
"En su círculo se preserva el diálogo entre las
generaciones, el sentido de la amistad, el gusto por el trabajo de
equipo", añadió el Papa, que saludó las "virtudes" de esta
profesión: "renuncia y sacrificio, responsabilidad y perseverancia,
valentía y generosidad".
Sigan ofreciendo esperanza
El Papa también destacó los problemas que conlleva este
modo de vida y de trabajo, como "la educación de los hijos, la búsqueda de
lugares adaptados para las funciones, las autorizaciones para los espectáculos
y los permisos de estancia para los extranjeros".
Les alentó, sin embargo, a seguir "ofreciendo a las
jóvenes generaciones la esperanza y el ánimo que necesitan frente a las
dificultades de la vida, las tentaciones de desconfianza, de encerrarse en sí
mismas y de pesimismo".
Antes de su discurso, el Papa se detuvo un momento para
saludar a los artistas del circo y acarició a un cachorro de león.
El viernes, el fascinante mundo del circo, con su
tradicional carpa roja, carrusel de caballitos para niños y marionetas, se
instaló en la gigantesca plaza de San Pedro.
La peregrinación a Roma de la "Gente del Espectáculo
Viajante", organizada con ocasión del Año de la Fe, incluye, entre otros,
a trabajadores circenses, artistas de la calle, bandas musicales, grupos
folclóricos y payasos.
En junio del 2011, Benedicto XVI recibió por primera vez
en el Vaticano a 1.400 gitanos, un gesto histórico en las relaciones entre la
Iglesia y el pueblo "rom" o romaní.
La jerarquía de la Iglesia católica considera una
prioridad acoger a las minorías discriminadas o segregadas a lo largo de su
historia, como los artistas ambulantes o los gitanos, blancos de verdaderas
oleadas de racismo.
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