Lectura
del santo evangelio según san Lucas 14,25.33
En aquel
tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se
viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos,
y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo
mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así,
¿quién de vosotros, si quiere construir
una torre, no se sienta primero a
calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los
cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran,
diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O
qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si
con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si
no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de
paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser
discípulo mío.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Amar es
cumplir la ley entera
Pablo nos
deja las cosas muy claras en el texto que hoy escuchamos de la carta a los
Romanos. Como en otras ocasiones habla de la primacía del amor. Amar es cumplir
la ley entera, nos dice. Y es seguro que compartimos su punto de vista, porque
efectivamente el que ama no hace daño al otro.
Lo que a
veces nos puede ocurrir es que nos preguntamos hasta dónde, hasta cuándo… hay
que ejercer ese amor a los otros. Ese “no debáis nada más que amor” lo percibimos
en clave de obligación. Y es que, efectivamente, tener una deuda significa que
hay algo que hemos de devolver a otro.
Pero…
también hablamos de “sentirnos en deuda” ante todo lo recibido, empezando por
la vida. Deuda que no implica obligación, porque todo lo que recibimos es don.
Y ahí puede estar la clave. Viviendo desde el don, el amor es consecuencia
diríamos que “inevitable”. Su esencia es “permanecer”. No me pregunto cuándo
habré hecho ya lo suficiente por los otros, y si tendré derecho a descansar y
dedicarme a mis cosas… porque no se trata de lo que hago, sino de un modo de
estar, de vivir, de caminar hacia la plenitud presentida “ensayando” el amor
que Dios es y me invita a ser.
El que no
renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Jesús se
nos presenta hoy de un modo que podemos sentir como provocador y exigente.
Suscitando cuestiones, haciendo propuestas que casi podemos considerar
contradictorias, produciendo quizá resistencias...
Me
resulta verdaderamente difícil comentar estas palabras que hoy se nos dirigen
en el Evangelio. Después de darles bastantes vueltas en mi interior, se me
ocurren tres palabras que tal vez podrían expresar algo de lo que intuyo que
Jesús nos puede estar diciendo.
·
Decisión. El
evangelio comienza diciendo que muchos acompañaban a Jesús. Y Él, de pronto,
propone claramente lo que significa seguirle. Lo hace de una manera que nos
resulta chocante, difícil de entender, de exigencia máxima al menos
aparentemente. Nosotros solemos introducir toda clase de matices en el lenguaje
que al final acaban desactivando la carga de fuerza del mensaje. Él va directo
y es radical. La decisión de seguirle supone haber descubierto que Él es el
fundamento, el sentido, la clave, la luz, la alegría… de nuestra vida. Nada más
importante que Él. Todo muy importante con Él. Jesús es radical en el sentido
etimológico de la palabra: vive desde su raíz más profunda y nos invita a hacer
lo propio. En la raíz de la vida, Dios como nuestra posibilidad de ser.
Algo muy
diferente de lo que llamamos radicalidad referida a aquellos que se aferran
ciegamente a sus principios y tratan de eliminar todo lo que no está de acuerdo
con ellos.
·
Ser
conscientes de lo que supone la decisión de seguirle. Saber en qué terreno
queremos jugarnos la vida. Jesús pone dos ejemplos bien sencillos de la
necesidad de calcular antes de iniciar una empresa…
·
“Lo mismo
vosotros”, dice Jesús. Y cuando podíamos imaginar que nos iba a recomendar que
pensemos muy bien los medios con que contamos para nuestros proyectos de vida,
se salta toda la lógica para hacer una propuesta inimaginable: “el que no
renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. ¡Para esto no hacían
falta cálculos!
Nos asusta
quizá. Pero todos somos conscientes de nuestra capacidad para renunciar a lo
que tenemos. ¿Cuándo? Cuando la fuerza del amor se abre paso en nosotros por
encima de condicionamientos y circunstancias de todo tipo.
Suplicamos
ese amor que nos “desprende” de nosotros y lo nuestro para vivir “prendidos y
prendados” del Señor Jesús.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo
Congregación Romana de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-11-2019/
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