Lectura
del santo evangelio según san Lucas 14, 15-24
En aquel
tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete
del reino de Dios!» Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y
convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los
convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron
uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un
campo y tengo que ir a
verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas
de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me
acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a
contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:
"Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a
los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se
ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo:
"Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me
llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi
banquete.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
"Cada
miembro está al servicio de los otros miembros"
El
apóstol de las gentes, intentando ponerse al alcance de la gente sencilla, ha
logrado explicar el maravilloso misterio de la Iglesia comparándolo con el
cuerpo humano. Se trata en realidad del Cuerpo místico de Cristo, donde los
diversos miembros actúan conjuntamente, movidos por la caridad.
En esta
línea, esta perícopa de la carta a los Romanos constituye una gran lección de
vida comunitaria: “somos un solo cuerpo en Cristo”. En la Iglesia, en la
parroquia, en nuestra comunidad, no todos tenemos el mismo carisma, la misma
función, pero todos contribuimos al bien común si aportamos los dones de
naturaleza y de gracia que Dios nos ha concedido con generosidad. Por ello no
debe haber rivalidades entre nosotros, porque todos formamos un solo cuerpo, y
tanto en el que predica, como en el que preside, en el que reparte limosna, o
en el que exhorta, debe sobresalir el empeño, la ilusión, la sencillez, el
deseo de servir, poniendo alma, vida y corazón en todo. Dijo el Señor a Santa
Catalina: “Todo lo he dado tan diversificadamente, que no lo he concedido todo
a uno, para que por fuerza os veáis obligados a ejercitar la caridad unos con
otros”.
Pablo
enseña después las relaciones con los de fuera de la comunidad: el testimonio
de bendición ante los perseguidores, de hospitalidad, alegría con los alegres,
y llanto con los que lloran, llevará la luz de Cristo más allá de nuestros
pequeños límites. Así construimos desde nuestro puesto esa Iglesia que es de
todos y ha de llegar a todos.
Todo ello
son palabras de vida que S. Pablo nos da para poder realmente vivir como
miembros del cuerpo de Cristo. Y será obra del Espíritu Santo en nosotros si le
dejamos actuar.
Señor,
hazme dócil a tu Espíritu, para servirte constantemente, entregando mi vida a
los hermanos. Así guardarás mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
"Insísteles
hasta que entren y se me llene la casa"
La
bienaventuranza con la que comienza el evangelio da pie a Jesús para, una vez
más, enseñarnos cómo es el Reino de Dios con una parábola. La imagen del
banquete sirve en muchas ocasiones para describir, de un modo muy humano, el
Reino.
Si un
día recibiéramos una invitación a un gran banquete para compartir mesa y
mantel con las personalidades más representativas del momento, con todos los
gastos pagados, y con posibilidad de invitar a cuantos amigos quisiéramos…
¿cuál sería nuestra respuesta? Sería acaso: “Disculpen mi ausencia, pero en mi
agenda tengo sesión de yoga a la misma hora, y no puedo acudir…”. Seguramente
no. Saldríamos corriendo a avisar a todos los conocidos, para acudir cuantos
más mejor, a disfrutar de la fiesta.
¿Qué es
todo esto comparado con el banquete de Dios? El Señor continuamente nos está
enviando mensajeros para invitarnos a su mesa, al banquete de su Palabra y de
su Cuerpo y Sangre, pero no siempre nuestras respuestas son afirmativas. A
veces preferimos continuar nuestros negocios, o nos vence el afán de trabajo, o
tal vez preferimos el círculo familiar.
Al final, los que disfrutan del gran convite son los pobres, los lisiados, los ciegos, los cojos… bien sea del cuerpo o del espíritu. Para participar en este banquete del Reino tan especial, es necesario el despojo de todo lo que signifique honores, riqueza, apegos. Acuden los que saben que no lo merecen y aún así Alguien les muestra su Amor. No pospongamos por nada esta invitación; busquemos primero el Reino de Dios, y lo demás vendrá por añadidura. La casa, al fin, estará llena de invitados. ¿Estaremos nosotros allí… o estaremos ocupados “en nuestras cosas”? “¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!”
Al final, los que disfrutan del gran convite son los pobres, los lisiados, los ciegos, los cojos… bien sea del cuerpo o del espíritu. Para participar en este banquete del Reino tan especial, es necesario el despojo de todo lo que signifique honores, riqueza, apegos. Acuden los que saben que no lo merecen y aún así Alguien les muestra su Amor. No pospongamos por nada esta invitación; busquemos primero el Reino de Dios, y lo demás vendrá por añadidura. La casa, al fin, estará llena de invitados. ¿Estaremos nosotros allí… o estaremos ocupados “en nuestras cosas”? “¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!”
Gracias,
Señor, porque nos amas, por que nos llamas y tu amor misericordioso sana todas
nuestras dolencias. Concédenos un corazón nuevo, capaz de aceptar tu invitación
al gran festín de tu Reino.
Monasterio Ntra. Sra. de la
Piedad - MM. Dominicas
Palencia
Palencia
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/5-11-2019/
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