Lectura del santo evangelio
según san Lucas 17,1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que
sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de
estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de
molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te
ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: "Lo
siento", lo perdonarás.»
Los apóstoles le pidieron al
Señor: «Auméntanos la fe.»
El Señor contestó: «Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate
de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería.»
Reflexión del Evangelio de hoy
En espíritu y verdad se ha de glorificar al Padre, le dijo Jesús a la
mujer de Samaría y de alguna manera resuena en la oración colecta de esta
memoria de San Martín de Tours. Dios glorificado en la vida y la muerte de este
santo pastor de la Iglesia de Jesús. Lo que le pedimos a Dios es que cada uno
de nosotros podamos experimentar que ni la vida ni la muerte puedan apartarnos
del amor de Dios.
Lo encuentran los que no exigen pruebas y se revela a los que no
desconfían
El comienzo del libro de la Sabiduría parece que evoca la figura de
Salomón, que pide a Dios la sabiduría necesaria para regir a Israel, al frente
del cual se ve colocado. Reconoció su pequeñez y la necesidad de verse
iluminado por la sabiduría que viene de arriba. Pues bien, amar la justicia y
vivir de acuerdo con ella revela una existencia iluminada por la Sabiduría. Y
esto se le pide a lo que rigen la tierra. Ciertamente se hace imprescindible
apegarse a la justicia para poder gobernar. Pero además añade el autor sagrado
dos actividades precisas: pensar correctamente del Señor, la primera. La
segunda, buscarle con corazón íntegro. De alguna manera, pensamientos y afectos
unidos y ambos regidos por la sabiduría. De ese modo se piensa bien, del Señor
y de los demás. Y siendo él bien conocido, puede ser correctamente amado.
Los razonamientos retorcidos alejan del Señor
La sencillez y la humildad, disponen para acoger, entender, poner en
práctica y comunicar a los otros, todo cuanto en este encuentro Dios revela.
Porque todo el que escucha y aprende encuentra al Señor. No se trata de
complicar la existencia con razonamientos sin fundamento, sino abrirse a la
Palabra y acogerla para que la existencia toda se encuentre renovada. Cuanto
más sencillamente se acerca el creyente a Dios, mejor entiende lo que se le da
a conocer, más le ama y cuanto mayor amor manifieste mucho mejor conocerá. Este
es el que puede comunicar a los otros lo que tan generosa y gratuitamente ha
recibido.
No os llamo siervos sino amigos
En las despedidas de Jesús les dice a los Apóstoles: ya no os llamo
siervos... a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os
lo he dado a conocer. La sabiduría, acabamos de escuchar “es un espíritu
amigo de los hombres”. Les revela lo íntimo de Dios para introducir en esa
intimidad a los que llama amigos. Se trata de dejarse introducir para luego
poder acompañar a cada uno en su proceso de acercamiento a él.
Y es lo que repetimos en el salmo como respuesta a Palabra: guíame,
Señor, por el camino eterno. Y no puede ser de otra manera. No se trata de
avanzar a fuerza de especulación, sino de gracia e iluminación interior, para
poder experimentar cómo la vida se transforma y cómo somos útiles a los demás,
bajo la guía del Espíritu.
Si tu hermano te ofende siete veces en un día y siente veces te pide
perdón, ¡¡perdónalo!!
Y esta misma sabiduría es la que nos muestra el sentido del perdón y de
dónde brota o debe brotar el perdón mutuo.
En muchísimas ocasiones hemos oído decir: yo perdono pero no olvido.
Parece ser complicado esto de no olvidar y tener presente lo que Jesús nos
dice: perdonar, no siete veces, sino setenta veces siete. Quizá no
recordamos con frecuencia el reiterado perdón que Dios nos concede a cada uno,
cuando volviendo arrepentidos, tras una cadena continuada de fallos, pedimos
que nos lo conceda.
Perdonar siempre. En toda circunstancia. Conscientes de haber sido
beneficiados con el envío del Hijo, no para condenar, sino para que el mundo se
salve por él. De este hontanar de amor manan el perdón y la misericordia que
son, en sí mismos, el mejor testimonio de un amor sin límites. Así es el amor
de Dios.
El pasaje del evangelio contiene una petición de los apóstoles:
“Auméntanos la fe”. Ciertamente hay que tener verdadera fe, en el
sentido de acogida de la revelación del perdón de Dios, por lo mismo de su amor
y en el de respuesta consecuente: si Dios nos ha perdonado ¿no tendremos
nosotros que hacer lo mismo? Se le pide a Jesús que aumente la fe y lo que
responde a la petición nos resitúa ante el tema: “Si tuvierais fe como un
granito de mostaza...” No es cantidad: auméntanos. Se trata de calidad de fe,
de verdadera fe. Esa es la que hace mover montañas.
En esta sociedad de la que formamos parte, es parecido hacer visible
que se puede perdonar siempre, aunque no podamos someter nuestra memoria. Pero
no vinculemos el perdón a la posibilidad de olvidar, sino a la decidida determinación
de seguir el ejemplo del maestro: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Puedo perdonar yo?
¿Quiero perdonar siempre?
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/11-11-2019/
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)
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