Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, a unos
fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios.
Jesús les contestó: «El
reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está
allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos:
«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no
podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el
fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre
en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta
generación.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Reflejo de la luz eterna
Hay una cierta belleza
en lo que has aprendido a lo largo del tiempo. Una sabiduría con sabor añejo se
desprende de tu interior. Sobre todo, si has tenido que lidiar con la violencia
que a veces representa la vida. Cuando el espíritu está pacificado, y haces
síntesis del camino recorrido, uno mira a la fe que ha puesto en cada paso, y
gracias a esa fe, puede contar sus días con un atisbo de satisfacción.
Pero la sabiduría
adquirida no sólo surge de la experiencia. La sabiduría también se nutre de la
fe. Cuando uno cree, sabe que Dios está presente en su vida, y que va
acicalando su conocimiento, porque la sabiduría según dice la lectura de hoy es
bella y está llena de bondad. Uno va agudizando la respuesta libre que le da a
Dios conformando un solo espíritu con Él.
Pero, es arduo el camino
para llegar hasta aquí. Cuando pasas por enfermedades que llenan tu espíritu de
un miedo vital, donde te preguntas si tu vida continuará o es el desaparecer lo
que te llama, una vez superado el proceso, asumes con júbilo el testamento de
la vida.
Las dos veces que me han
operado de cáncer, pensé en hacer un testamento vital, pedí los auxilios
espirituales y dejé todo en manos de Dios. No viví el proceso de la enfermedad
como una desgracia que me ha caído. Al contrario, con la normalidad de
continuar la vida, fui a las citas y revisiones médicas previstas, viví la
terapia de la quimio como si fuera algo normalizado en mi vida, y continúo con
las visitas médicas previstas. La razón de mi lucha por vivir era la fe, y con
ella continúo caminando desde mi vocación. De momento, la muerte no es mi
suerte.
Aún no puedo decir que
cante victoria, porque haya vencido a la muerte. Lo que puedo decir es que he
ganado tiempo para vivir, y ahora, ese tiempo tiene una mayor calidad,
serenidad y esperanza. En manos de Dios continuo. Y es allí donde espero amar
lo que un día escogí como camino de fe y de esperanza. No sé si todo este
proceso ha sido un reflejo de la luz eterna como dice el libro de la Sabiduría,
referida a Dios, en la lectura de este día, pero estoy convencido, que Dios nos
da haces de luz para caminar en medio de las penumbras.
Quizás he personalizado
demasiado esta reflexión, comprendiendo que no soy ejemplo de nada, pero es una
experiencia que merece la pena ser contada, porque no siempre es la violencia
la que gana, también la serenidad se hace presente en nuestra vida.
Está dentro de ti
Lucas nos habla en boca
de Jesús del Reino de Dios. ¿Dónde ubicarlo? ¿Cuándo y dónde se manifestará?
Era la pregunta de los fariseos. Y Jesús contesta que no hay tiempo ni lugar
para el Reino de Dios. Es algo que se encuentra dentro de ti. Se manifestará en
la intimidad de la fe. Cuando me adhiero al reino de Dios, para Jesús ya se ha
manifestado ese Reino de Dios.
Pero seguimos buscando
cosas extraordinarias, y espectaculares para creer en Dios, y Dios se
manifiesta en la sutileza de la vida. Cuando Elías buscaba a Dios, lo buscaba
entre terremotos y huracanes, pero al final lo encontró en una brisa suave.
Dios permanece en
nuestro interior como una semilla que se ha de cuidar, y hacerla germinar.
Germinar, sacar a la luz, descubrir, encontrar son las acciones que podemos
realizar cuando se trata de Dios. Dios espera a nuestra libertad de
comprensión, espera a cuando te veas preparado para aceptarlo en tu vida.
Pero antes de que se
presente esa manifestación tan rápida como un relámpago, el hijo del hombre tiene
que padecer. Ese es el anuncio de la pasión de Cristo que hace Lucas al final
del Evangelio. Para encontrarnos en la manifestación del Reino, cada uno tiene
que pasar por la pasión y resurrección de Cristo.
Padecer el desprecio, la
negación, el insulto, la traición, la soledad, el abandono, el despojo, la
muerte. Esas son las formas de padecer en que se rechazó al Mesías. Esas fueron
también las formas del rechazo del Reino de Dios.
Podemos pensar que todo
acabó con ese padecer, y que nosotros acabaremos con nuestros padecimientos,
pero todo apunta hacia la cruz, hacia la aceptación de la muerte, porque no
todo es vida temporal, nos espera la vida eterna que se nos ofrece no sólo en
nuestro interior, sino cuando se presente la manifestación de ese Reino de Dios
conquistado por Cristo en una cruz.
Queremos controlar el
presente, el dónde y el cuándo, pero se escapa de nuestras manos. Eso le
pertenece a Dios. No sabemos cuándo y dónde se manifestará el Reino de Dios,
como tampoco sabemos distinguir la gracia del pecado. Tampoco sabemos cuándo y
dónde nuestros días serán caducos. Por lo tanto, todo queda en las manos de
Dios, a él le pertenece el encuentro, y a nuestra libertad el acontecimiento de
descubrirlo. Un hermoso regalo.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
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