Lectura
del santo evangelio según san Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, algunos
ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá
grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también
espantos y grandes signos en el cielo.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Dios suscitará
un reino que nunca será destruido, y acabará con todos los reinos
Daniel
era un joven judío muy inteligente que vivía en Jerusalén a finales del año 600
a.C. El talento natural de Daniel sumado a la ayuda de Dios, pronto le valió un
puesto en el gobierno babilónico. El Dios de Israel, al cual Daniel permaneció
fiel, le dio a Daniel el talento de interpretar sueños y también le manifestó
varias visiones y sus significados.
Daniel
con su vida y actitud, era un servidor, pero estaba sobrecogido por la severidad
del mensaje que tuvo que entregar a Nabucodonosor. Su postura nos enseña que
debemos adoptar siempre una actitud de humildad, no de arrogancia. Hemos visto
cómo Daniel afirmó que la sabiduría no era suya. Algunas veces reconocemos que,
para ser fieles a Dios, debemos cuestionar a las personas que nos rodean. Pero
a diferencia de Daniel, nos hace falta la recepción perfecta de la palabra de
Dios, aceptar sus designios sobre nosotros y su voluntad. Solo porque creamos
algo firmemente, no significa que sea en realidad lo que Dios quiere. Por
tanto, si hasta Daniel fue humilde en su servicio a Dios, cuanto más nosotros,
necesitados del amor de Dios.
No
quedará piedra sobre piedra
En los
evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es
fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las
preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones
trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de
los tiempos.
Según el
relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y
desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de
Jesús es otra. Precisamente en tiempos de dificultad "tendréis ocasión de
dar testimonio", nos dice más adelante. Es entonces cuando se nos ofrece
la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser
testigos humildes pero convincentes. Ésta es la exhortación de Jesús para
momentos duros: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Entre los
cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es
el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos
ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.
Es claro
que la fe cristiana no se puede vivir ni comunicar desde actitudes negativas.
Es un error alimentar el victimismo, vivir de la nostalgia o acumular
resentimiento. Todo eso nos aleja del espíritu con que vivía Jesús. Es el
momento de aprender a vivir estos tiempos de manera más positiva, confiada y
evangélica. Lo importante es perseverar: no desviarnos del Evangelio; buscar
siempre el reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños intereses; actuar
desde el espíritu de Jesús, no desde nuestro instinto de conservación; buscar
el bien de todos y no solo el nuestro. No nos engañemos: el que realmente
piensa en la felicidad de todos es Dios, no nosotros.
La
paciencia del creyente se arraiga en el Dios “amigo de la vida”. A pesar de las
injusticias que encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a
pesar de tanto sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos
los creyentes nuestra esperanza.
Monjas
Dominicas Contemplativas
Monasterio de San José (La Solana-Ciudad Real)
Monasterio de San José (La Solana-Ciudad Real)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/26-11-2019/
No hay comentarios:
Publicar un comentario