miércoles, 27 de noviembre de 2019

Evangelio del día, 28-11-2019 (Trigésimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 20-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones,
Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Él es el Dios vivo que permanece siempre
El comienzo del libro de Daniel, nos narra en sus primeros versículos del capítulo 6 la entrada al trono del Rey Darío. Sobre los ciento veinte sátrapas que nombró para gobernar el reino, nombró tres ministros, y uno de ellos era Daniel que sobresalía por su lealtad, y no se le podía acusar de ningún error.
Los sátrapas pidieron al rey que firmara un edicto prohibiendo que se realizara oración alguna a las deidades del entorno. Y así lo hizo.
No obstante, Daniel rezaba como era su costumbre tres veces al día, mirando hacia Jerusalén. Y fue espiado por sus compañeros. Al ser descubierto orando, fue denunciado ante el rey, y presionaron a Darío para que ejecutase sentencia sobre él. Lo echó al foso de los leones con esta sentencia:
“¡Que te salve ese Dios a quien tú veneras tan fielmente!”. Así fue, Daniel a la mañana siguiente seguía vivo. “Entonces el rey Darlo escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra: «¡Paz y bienestar! Ordeno y mando que en mi imperio todos respeten y teman al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo que permanece siempre”.
Muchas veces, para quedar bien ante los poderosos, uno se ve atrapado ante sus propias sentencias, opiniones, comportamientos y actitudes. Sobre todo, si éstas mantienen una apariencia totalitaria. No siempre la coherencia se ajusta a lo que uno pretende o piensa.
En este relato el rey Darío mantiene su palabra ante los sátrapas, pero interiormente se preocupa por Daniel. Su decisión le ha dejado intranquilo. Hay ocasiones que nuestras decisiones no las creemos justas, sobre todo si van acompañadas de la presión de los ególatras, los celosos, y envidiosos, y esas decisiones no nos dejan vivir.
Hay algo que Darío dice del Dios de Daniel: “Él es el Dios vivo que permanece para siempre”. Es el testimonio ante lo que parecía imposible. Daniel salió vivo de los leones. Un Dios que defiende a los vivos, que actúa, que permanece para siempre a nuestro lado, así lo demostró con Daniel, y así lo reconoció el rey Darío.
Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación
Jesús habla de la destrucción de Jerusalén. Describe cómo será el final de los tiempos, la angustia que se vivirá, y cómo ha de ser el ánimo de los que caminan con fe.
Al final del tiempo litúrgico, ya en la última semana, el evangelio de Lucas nos sitúa en una visión apocalíptica de cómo será el final de los tiempos. Jerusalén será el centro neurálgico de la catástrofe. Sitiada por los ejércitos, y una angustia le acompañará junto al castigo de este pueblo.
Una visión escatológica del Hijo del hombre, que vendrá sobre una nube, habla de la segunda venida de Cristo. Esto sabemos que sucederá, pero no deja de ser una visión simbólica de lo que creemos. Nadie sabe cómo será. Es algo anunciado.
Nunca está de más pensar en el final de los tiempos, pero quizás hemos de prepararnos a nivel personal situándonos hacia el final de nuestros días. Pensar en que todo será destruido y que el mundo se acabará, nadie sabe cuándo sucederá, y resulta un poco pretencioso pensar que eso va a ser ahora, y ha sido culpa de nuestra negligencia y nuestra responsabilidad. Es cierto, que requerimos de acciones ecológicas para el cuidado del planeta, pero pensar que algo que ha durado miles de años, nos lo vamos a cargar hoy suena muy pretencioso.
Lo importante de este mensaje no es tanto el final del mundo, sino lo que se nos dice. Cuando esto suceda: Levantaos, Alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación.
No debemos de temer al final, es el momento de mirarlo de frente, de alzad la cabeza ante la liberación que se nos ofrece. No entramos en la esclavitud, al contrario, la abandonamos y nos liberamos de ella. Ya no hay yugo, ni hay dolor, todo se muestra para el orgullo de la vida.
Nuestro miedo a la muerte y al final, nos sitúa en la idealización de visiones apocalípticas como la que narra el Evangelio. Lo que anuncia Jesús como profecía, no se ha de confundir con la literalidad del texto.
Terminamos con estos textos con el año litúrgico. En unos días comenzaremos el Adviento, la preparación para la venida de nuestro Señor Jesucristo, que siempre vendrá a permanecer entre nosotros, estableció su morada en medio de nosotros, y habita para siempre. Es momento de levantarse, de mirar al presente, de encontrarse con los acontecimientos de salvación que a lo largo de la historia de la salvación nos ha ofrecido, es el momento de nuestra liberación. Y de orar, para que sepamos encontrarnos con Cristo, que nos ofrece el amor como testimonio salvífico de ayer y de hoy.

Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-11-2019/

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