Lectura
del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel
tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si
al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está
escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de
trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro,
y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi
venida.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
La
tentación de abandonar
En la
lectura del primer libro de los Macabeos, de linaje sacerdotal, encontramos a
Matatías, líder de la primera rebelión que hace frente a la persecución y
helenización paganizante.
Ante la
persecución del rey para que sus súbditos hicieran apostasía de su fe, de la
ley, de sus costumbres y se acogieran a otros ritos pagamos, Matatías entra en
cólera, mata a un judío apóstata y a un funcionario real. Así se justificó la
guerra santa.
No vamos
a justificar ningún asesinato, y me cuestiono si a tanta violencia la podemos
llamar Palabra de Dios. Sin embargo, el tema no es ese hoy. A veces ocurre que
existen gobernantes que fuerzan la situación con sus políticas creyendo que son
mejores las culturas, las religiones y las leyes extranjeras que la tradición,
las leyes, la fe propia. Se pone de moda un estilo de vida que no es nuestro, y
ante la nueva situación fuerzan a que la gente de su pueblo apostasíen de su
fe.
Ante
situaciones como esta, no podemos caer en la irracionalidad de la violencia,
como cayó Matatías, pero sí podemos mantener los principios que nuestra
costumbre ha generado, y sí podemos mantenernos firmes en la fe que nos ha dado
la vida.
Cuando en
España, hace ya una década, se quiso normalizar la visibilidad de la igualdad
de género a través de las leyes, se quiso forzar a la Iglesia, a que hiciera
declaraciones públicas a favor de ella. Con todo respeto hacia las personas
homosexuales, para sentirme aceptado en un colectivo no hay cosa más contraria
que el forzar la situación, máxime cuando lo que se vive es un aparente
rechazo.
Forzar la
cultura, el pensamiento, la libertad impide la misma aceptación, la acogida, y
el respeto. A mi modo de ver, cuando existe la actitud de forzar a otro a que
me comprenda, es cuando se refuerza la incomprensión. No podemos imponer, y
menos a través del chantaje de la apostasía que se puso de moda, a que la gente
me acepte, me respete, o me acoja.
Aunque es
un tema muy controvertido, en estos momentos de serenidad o reposo, cuando el
tema ya ha pasado a un segundo plano en la actualidad, el análisis por parte de
la sociedad y la Iglesia podría ser más adecuado y certero. Cuando uno se
siente forzado a una situación, refuerza más los sentimientos de rechazo que de
acogida. Por eso, es necesario el abandono de la actitud beligerante que
provoque cualquier síntoma de rechazo o autodefensa. Cabe decir, que la
Iglesia, en toda la controversia que ha manifestado antes y durante la
situación, siempre ha manifestado su respeto ante toda persona.
¡Si
comprendieras lo que conduce a la paz!
En el
Evangelio de Lucas, Jesús observa en el horizonte la ciudad de Jerusalén y
llora sobre ella. Habla de su destrucción “Porque no reconoció el momento de
su venida”. Su llanto y su lamento marcan un fuerte contraste con el júbilo
de su entrada a la ciudad.
Jesús
pronuncia unas palabras: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que
conduce a la paz! El centro religioso más importante, Jerusalén, ha de
propiciar la paz. El Mesías esperado, es el príncipe de la Paz, pero hay una
negación implícita a reconocerlo.
“En este
día”, no mañana, ni ayer, sólo hoy, en este día, en que me presento ante ti podrías
entrar en la comprensión del misterio de la presencia de Dios. La perícopa
siguiente, en el Evangelio de Lucas, se ve a Jesús echando a los mercaderes del
templo. Hay en Jesús un celo por el lugar sagrado donde Dios habita. Hay que
echar los demonios del templo.
El
lamento por el rechazo, por el abandono de Dios es lo que Jesús manifiesta; no
es sólo porque se haya convertido la ciudad sagrada en una mercadería, sino que
el interior de cada persona, está inmersa en el trasiego del consumismo. Apartados
de Dios, en guerra consigo mismos.
Un
corazón dividido donde Dios no tiene cabida, es un corazón inmerso en la
destrucción. Allí Dios no puede habitar, no puede hacerse presente. Los
demonios interiores como el miedo, la huida frente a Dios, el pánico que nos
provoca el misterio de la Paz, han de ser echado de nuestras vidas.
El
silencio contemplativo en el que Jesús pronuncia estas palabras, es una apuesta
por la oración y el encuentro con Dios. Una apuesta para que sea la Paz la que
reine en nuestros corazones. Para que la paz los serene, los apacigüe, los
integre en una vida de fe y esperanza donde Dios pueda habitar.
Oremos
por cuantos no creen en Dios, por cuantos viven con un sentido de beligerancia
frente a sí mismos y a los demás, para que abran las puertas a Cristo, el
mensajero de la Paz.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-11-2019/
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