Lectura
del santo Evangelio según San Lucas 17, 5-10
En aquel
tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
–Auméntanos
la fe.
El Señor
contestó:
–Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de
raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed
que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del
campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
Pautas para la homilía
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?
Seguro
que muchas veces nos hemos enfrentado a la situación que está atravesando el
profeta Habacuc. Miramos alrededor y solo vemos injusticias, inequidades, la
maldad impera y la injusticia es quien se lleva el gato al agua. Mientras
tanto, quienes intentan vivir con justicia, tratar bien a quienes les rodean y
ser justos en sus vidas solo reciben palos. Entonces nos paramos y agarrándonos
la cabeza en un gesto de impotencia gritamos, por si alguien nos escucha:
“¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré:
"Violencia", sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me
muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan
contiendas?”.
Pero
el profeta recibe una respuesta de Yahvé, su Dios. “Tranquilo, Habacuc. La
solución va a llegar. No todavía, pero ya se está cociendo”, le dice: “la
visión espera su momento, se acerca su término y no fallará”. Y le confirma:
“El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe”. Y le pide,
anótalo para que quede por escrito, para que se sepa para siempre. Esto pasará.
La
pregunta por la injusticia y el mal es común al ser humano y tan antigua como
la vida. Preguntarse, por tanto, es lícito. Lo que no está claro siempre es de
dónde vendrá la respuesta y cuál será su naturaleza. Las personas creyentes
clamamos a Dios, a veces, no para que nos responda sino para que solucione
nuestros problemas. Y parece que, tanto el texto del profeta Habacuc como la
lectura del evangelio de este día nos dicen que la solución no es esa. No es
Dios quien va a actuar por nosotros. Su mano está dispuesta a ponerse de
nuestro lado, pero solo si recordamos que nuestra tarea no puede hacerla nadie.
“Si
tuvierais fe como un granito de mostaza...”. No es Jesús quien nos soluciona la
vida. Somos nosotros quienes tenemos que acercarnos a la morera y cambiarla,
quienes estamos llamados a transformar la realidad, a trabajar frente a las
injusticias, a cambiar el paisaje con nuestro esfuerzo. Con su apoyo, con su
Luz, con su fuerza, y en comunidad -si tuvierais VOSOTROS, dice el texto-, pero
sin olvidar que la tarea es nuestra.
Reaviva el don de Dios
En
su segunda carta a Timoteo, Pablo le habla como un padre y un acompañante de
los de ahora. De esos que han aprendido que se consigue bastante más con un
refuerzo positivo que con uno negativo. Y por eso le recuerda y nos recuerda,
qué debemos hacer para poder seguir en este camino de la fe que, a veces, se
nos hace cuesta arriba si nos vemos envueltos en dificultades, injusticias o
problemas.
Los
verbos empleados en el texto son de lo más explícitos: reaviva, no te avergüences,
toma parte, ten delante, vive, con fe y amor, guarda. Son todos verbos que
llaman a la acción, a no esperar que nos llegue la salvación, sino a trabajar
por ella. Y el texto es tan rico que quizás solo es necesario hacer una lectura
detenida y detallada, y alguna que otra glosa:
“No
te avergüences de dar testimonio...”, aunque habrá momentos de esos también.
“Toma
parte en los duros trabajos del Evangelio...”, porque a veces se harán duros,
claro que sí.
“Ten
delante la visión que yo te di... y vive con fe y amor en Cristo Jesús”, y como
dice el anuncio: “What else?” (¿Qué más?).
Todo
ello, sin descuidar que no hemos recibido un espíritu cualquiera, sino uno que
nos envía con fuerza: “Porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un
espíritu de energía, amor y buen juicio”.
¡Qué
preciosidad!, ¿no?
Y
para terminar, un último deseo de padre que casi parece despedirse: “Guarda
este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.
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