En aquel
tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre
sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Acción de
gracias al Padre
Después
de la recriminación a las ciudades de la perícopa anterior que no responden
aparece la respuesta favorable de la gente sencilla, y en contraste con la
invectiva anterior, Jesús alaba al Padre por ello. Aparece el Padre como el
Señor del universo.
Jesús no
se ha hecho entender de los sabios y prudentes; su mensaje ha sido captado por
los pequeños, los discípulos, en contraposición a los sabios y prudentes. Pero
ha sido obra del Padre. Es una revelación que tiene su paralelo en la que
recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías después de la
multiplicación de los panes.
Se trata
de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad
del Mesías ampliamente contemplada por los profetas siglos antes como si fueran
testigos oculares y narradas con profusión y alegría.
¿No nos
hemos preguntado alguna vez por qué la revelación del Mesías esperado no se
hizo de forma deslumbradora y por tanto evidente e irresistible?
Pero el
Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza
de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en
las obras que realiza Jesús la mano de Dios. La denominación «los sabios y
entendidos» alude a Isaías 29,14: Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la
relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos de él. Es
la queja dolorida de Dios que aparece ya desde el inicio, desde las primeras
páginas de la revelación, el corazón del hombre huye de Dios.
El
mensaje de Jesús no podemos captarlo por vía de entendimiento y sabiduría, sino
que se da a conocer por una revelación. No significa que esta revelación haya
sido negada a los sabios y prudentes de la comunidad judía; Jesús ha proclamado
el reino, y en eso consiste la revelación. Cuanto más se conocía la Ley, más
difícil resultaba aceptar que la revolución mesiánica había de suplantar a la
Ley.
Todo me
ha sido entregado por mi padre
Jesús nos
revela que: «todo me lo ha entregado el Padre». Sólo por revelación del
Padre se puede llegar a conocer la verdadera identidad del Hijo, y a la
inversa. Sólo el Hijo puede revelar al Padre.
Esto
contradice la pretensión de los judíos, que creen tener la revelación completa
de Dios en la Ley y los Profetas. Jesús tiene con el Padre unas relaciones que
no pueden compartir los demás hombres.
Invitación
dirigida a los fatigados. Tomad mi yugo
Los que
sufren y están oprimidos son los pobres, a los que proclama la buena noticia.
Jesús los invita porque él mismo es uno de ellos. Estas palabras están muy
cerca de los verbos que se aplican en la primera y tercera bienaventuranza.
El yugo y
la carga de Jesús son la sumisión al reino de Dios. No impone otra carga a los
que lo aceptan, les ayuda, es su descanso, les promete descanso a los que
siguen los antiguos caminos de Israel. Hemos visto unas relaciones únicas de
filiación. La revelación del Padre no impone nuevas cargas, sino como un
conocimiento del Padre que alivia esas cargas y las pesadumbres y hace más
fácil vivir bajo su voluntad.
Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/15-10-2019/
No hay comentarios:
Publicar un comentario