martes, 15 de octubre de 2019

Evangelio del día, 15-10-2019 (Vigésimo octava Semana del Tiempo Ordinario)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30 
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Acción de gracias al Padre
Después de la recriminación a las ciudades de la perícopa anterior que no responden aparece la respuesta favorable de la gente sencilla, y en contraste con la invectiva anterior, Jesús alaba al Padre por ello. Aparece el Padre como el Señor del universo.
Jesús no se ha hecho entender de los sabios y prudentes; su mensaje ha sido captado por los pequeños, los discípulos, en contraposición a los sabios y prudentes. Pero ha sido obra del Padre. Es una revelación que tiene su paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías después de la multiplicación de los panes.
Se trata de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías ampliamente contemplada por los profetas siglos antes como si fueran testigos oculares y narradas con profusión y alegría.
¿No nos hemos preguntado alguna vez por qué la revelación del Mesías esperado no se hizo de forma deslumbradora y por tanto evidente e irresistible?
Pero el Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de Dios. La denominación «los sabios y entendidos» alude a Isaías 29,14: Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos de él. Es la queja dolorida de Dios que aparece ya desde el inicio, desde las primeras páginas de la revelación, el corazón del hombre huye de Dios.
El mensaje de Jesús no podemos captarlo por vía de entendimiento y sabiduría, sino que se da a conocer por una revelación. No significa que esta revelación haya sido negada a los sabios y prudentes de la comunidad judía; Jesús ha proclamado el reino, y en eso consiste la revelación. Cuanto más se conocía la Ley, más difícil resultaba aceptar que la revolución mesiánica había de suplantar a la Ley.
Todo me ha sido entregado por mi padre
Jesús nos revela que: «todo me lo ha entregado el Padre». Sólo por revelación del Padre se puede llegar a conocer la verdadera identidad del Hijo, y a la inversa. Sólo el Hijo puede revelar al Padre.
Esto contradice la pretensión de los judíos, que creen tener la revelación completa de Dios en la Ley y los Profetas. Jesús tiene con el Padre unas relaciones que no pueden compartir los demás hombres.
Invitación dirigida a los fatigados. Tomad mi yugo
Los que sufren y están oprimidos son los pobres, a los que proclama la buena noticia. Jesús los invita porque él mismo es uno de ellos. Estas palabras están muy cerca de los verbos que se aplican en la primera y tercera bienaventuranza.
El yugo y la carga de Jesús son la sumisión al reino de Dios. No impone otra carga a los que lo aceptan, les ayuda, es su descanso, les promete descanso a los que siguen los antiguos caminos de Israel. Hemos visto unas relaciones únicas de filiación. La revelación del Padre no impone nuevas cargas, sino como un conocimiento del Padre que alivia esas cargas y las pesadumbres y hace más fácil vivir bajo su voluntad.

Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/15-10-2019/

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