Lectura
del santo evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel
tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto;
crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Hoy se
nos regala una palabra: ESPERANZA
En
Romanos 8 San Pablo nos muestra la palpable realidad de que la vida del hombre
sobre la tierra es lucha, tribulación, dolor.
Cuando
nace un bebé, lo primero que escuchamos de él es su llanto. El paso de la
seguridad del seno materno a una etapa nueva de su vivir es doloroso, incierto…
Su instinto le hace prorrumpir en llanto.
Y lo
último que solemos ver cuando un ser querido nos deja es una lágrima en sus
ojos.
En ese
tiempo intermedio que llamamos vida, ¿qué puede suceder? Es nuestro personal
camino hacia la meta que Dios nos ha prometido, camino que en su primer
trayecto suele recorrerse bastante ligeramente, pero en el que, poco a poco,
vamos tropezando con sus piedras, sus dificultades que hemos de solventar, en
definitiva con el dolor, con los padecimientos.
Y
Pablo nos asegura que las aflicciones del tiempo presente no son comparables
con la gloria que en Cristo se nos ha prometido. Podríamos entretener nuestra
reflexión en dilucidar sobre la gloria… pero no. Prefiero reflexionar en el
porqué de esa seguridad.
Y es que
de ese mismo anhelo del caminante por superarse y alcanzar la meta, participa
toda la creación que “fue sujeta a la vanidad no por propia voluntad, sino por
aquél que la sometió”.
Y
bien, ¿qué es lo que hace que nos mantengamos en pie, con firmeza, sobre todas
las dificultades?
También
es Pablo el que nos lo dice con toda claridad: “La esperanza en que fuimos
salvados”. Y ¿cómo podemos esperar en aquello que no vemos? Porque
confiamos en Aquél que nos ha hecho la promesa, en la Palabra de Cristo-Jesús.
Y es por
eso que podemos cantar con el salmo 125: “Cuando el Señor cambió la suerte de
Sión…”. Alabanza, alegría, gratitud… Es un salmo que nos posibilita expresar
esos sentimientos que brotan de un corazón en el que habita la ESPERANZA.
¿A qué lo
compararé?
Y Lucas
en el Evangelio nos habla del reino: “¿A qué lo compararé?”.
Y al
reflexionar sobre ello se me ocurre una respuesta para cada una de las
semejanzas que Jesús elije:
_ “Al
grano de mostaza…”: a una vida, aunque sea muy pequeña e insignificante,
entregada hasta el límite, que permanece oculta-enterrada para tener fuerza
y poder dar vida. Y los que estamos llamados a vivir el evangelio debemos
ser así, sin apariencias ir dando vida en torno nuestro porque se nos está
dando “del árbol de la vida”, de Cristo, en su Palabra y en sus Sacramentos.
Semilla que desaparece y transforma por la fuerza de Cristo, siendo capaces de
fortalecer e iluminar a los que nos rodean.
_”A la
levadura que fermenta toda la masa”: basta una pequeña parte de levadura para
que se produzca la fermentación total.
Si es
Cristo la levadura en nuestras vidas; si es Él quien guía nuestros pasos e
informa nuestras acciones, cualquier pequeño movimiento de nuestro corazón
hacia los demás puede estar propiciando la extensión del Reino.
La
levadura solo puede fermentar la masa si se hace una con ella. Sólo el Amor une
y transforma. Sólo el Amor fortalece el REINO. Sólo desde la hondura de una
fraternal y compartida vivencia de Dios, de su Amor, se puede hacer frente a la
disgregación.
Caminemos
pues, viviendo en la Esperanza hasta alcanzar el logro de la plenitud del
Reino, dejando atrás toda aflicción y dolor, superados por la gloria prometida.
Sor María del Rosario Hernández
O.P.
Convento de Santo Domingo (Zaragoza)
Convento de Santo Domingo (Zaragoza)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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