La fiesta empezó como fiesta de familia de la orden de los carmelitas, primeramente en Inglaterra, pero muy pronto se extendió por otras partes, por medio del escapulario que vino a hacerse tan popular. España, Italia, Portugal, Francia y Saboya fueron las primeras que solicitaron la celebración de esta fiesta del Carmen o del escapulario.
Origen Mariano de la Orden del Carmen
La
Orden del Carmen no tiene un hombre o mujer a quien pueda acudir como fundador
o fundadora. Su origen es sencillo, modesto, sin relieve.
Un
grupo de cruzados, penitentes y peregrinos dieron vida a la futura Orden del
Carmen en la última década del siglo XII en las laderas del monte Carmelo, en
Palestina, De ahí les viene el nombre con el que son conocidos: carmelitas,
aunque oficialmente se llaman Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del
Monte Carmelo.
El
primer documento histórico que poseemos es la Regla. San Alberto, San Avogadro
o de Vercelli, patriarca de Jerusalén (1214), de acuerdo con su propósito, les
entregó una breve Norma de vida. La Regla albertina recibida por el 1209 será
siempre punto de referencia y el libro fundamental de la historia y
espiritualidad de la Orden del Carmen. Bien podemos afirmar que con ella incipit
Camelos, comienza el Carmelo.
Es
cierto que en la Norma de vida que les da San Alberto no se menciona
explícitamente a la Virgen, pero pronto los principales representantes de la
orden descubrirán su presencia en el espíritu de la regla como modelo de muchas
prescripciones, como Virgen Purísima y como prototipo que les ayuda a la unión con
Dios para experimentar su intimidad.
Es
curioso que otras reglas adoptadas por órdenes tan profundamente marianas como
los cistercienses, mercedarios, servitas, benedictinos, etc., tampoco mencionan
a la Virgen María.
Al
no tener la orden un fundador al modo de las otras órdenes, su ideal de
perfección no estuvo bien delimitado desde el principio, sino que se fue
afianzando y perfilando lentamente merced a las aportaciones de una experiencia
religiosa comunitaria. Ese ideal se fue centrando en la experiencia de una
intensa vida interior, unida a una relativa irradiación apostólica, a ejemplo
del profeta Elías y de la Virgen María.
La
finalidad que une a aquella naciente comunidad no es otra que la de vivir en
obsequio de Jesucristo, al que implícitamente eligen como patrón y Dominus
loci, pero su elección explícita es para la madre del hijo, la Virgen María. En
ella se fijan, en su inefable bondad y en sus cuidados de madre más que en su
dignidad y en sus poderes de reina. Ella será desde ahora su patrona especial y
la señora del lugar.
Este
hecho, sencillo en apariencia, desarrolló el sentido de pertenencia a la que
era La señora del lugar». En la mentalidad feudal la elección del titular de la
Iglesia comportaba una orientación espiritual de toda la vida de quienes
estaban al servicio de aquella Iglesia. A esta orientación general del medievo
en los carmelitas se añadía la peculiaridad de que la profesión religiosa la
hacían a Dios y a la misma Virgen, a quien así estaban de un modo especial consagrados.
Desde entonces a la Virgen se le llamará patrona, madre, fundadora... de la
orden. [...]
El
amor ascendente de la Orden del Carmen hacia María ha sido especialmente en
estas vertientes: Patrona, Madre, Hermana, Reina, Virgen Purísima y Madre del Escapulario,
aceptando todas las advocaciones a María dentro de una rica liturgia propia, el
Rito ferosolimitano, que ha vivido la Orden del Carmen hasta la última reforma
litúrgica del Concilio Vaticano II.
El Escapulario del Carmen
El
escapulario del Carmen es el signo externo de devoción mariana, que consiste en
la consagración a la Santísima Virgen María por la inscripción en la orden
carmelita, en la esperanza de su protección maternal. El distintivo externo de
esta inscripción o consagración es el pequeño escapulario marrón, por todos tan
conocido.
El
escapulario del Carmen es un sacramental, es decir, según el Vaticano II, «un
signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se
significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión
de la Iglesia» (SC, 60).
A
finales del siglo XII y principios del XIII nacía en el monte Carmelo, de
Palestina, la orden de los carmelitas. Pronto se vieron obligados a emigrar a
Occidente. Aquí, en Europa, tampoco fueron muy bien recibidos por todos. Por
ello el superior general de la orden, San Simón Stock, suplicaba con
insistencia la ayuda de la Santísima Virgen con esta oración que él mismo había
compuesto:
«Flor
del Carmelo, viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular. ¡Oh
madre tierna.!, intacta de hombre, a los carmelitas proteja tu nombre (da
privilegios), Estrella del mar».
En
1251 se realizó el prodigio. Un santoral del siglo XIV así lo cuenta: «Se le
apareció la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles,
llevando en sus benditas manos el escapulario de la orden y diciendo estas
palabras: Éste será el privilegio para ti y todos los carmelitas: quien muriere
con él no padecerá el fuego del infierno, es decir el que con él muriese se
salvará»
Esta
gran promesa de morir en gracia de Dios quien, llevando el escapulario,
piadosamente muera con él, la recordaba Pío XII el 11 de febrero de 1950:
«Y,
en verdad —decís—, no se trata de un asunto de poca importancia, sino de la
consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la
tradición, por la Santísima Virgen... Es ciertamente el santo escapulario como
una librea mariana, prenda ,y señal de protección de la Madre de Dios. Mas no
piensen los que visten esta librea que podrán conseguir la salvación eterna
abandonándose a la pereza y a la desidia espiritual...»
Por
todas partes se difundió esta devoción y uso del santo escapulario del Carmen
hasta que fue el vestido de reyes y nobles. pobres y ricos, clérigos y
seglares, de todos los tiempos y lugares. Por ello, el cardenal Gomá la llamó
«devoción católica como la misma Iglesia».
El
llamado privilegio sabatino así lo recordaba Pío XII en 1950: «Ciertamente, la
piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el purgatorio sus
culpas, alcancen lo antes posible la patria celestial por su intercesión, según
el llamado privilegio sabatino, que la tradición nos ha transmitido con estas
palabras: «Yo, su Madre de Gracia, bajaré el sábado después de su muerte y a
cuantos —religiosos, terciarios y cofrades- bailare en el Purgatorio los
libraré y los llevaré al monte santo de la vida eterna.»
El
santo escapulario –entregado según la tradición a San Simón Stock, general de
la orden, en 1251— es como el símbolo y compendio de estos beneficios y también
como signo externo de la consagración a la Madre celestial.
Hoy
ha decaído en algunos ambientes, quizá porque se le enfocó mal: se daba más
importancia a la historicidad, que interesaría muy poco, y a los milagros que
obraba, cuando lo verdaderamente importante es su rico simbolismo como vestido
de María; sacramental mariano que recuerda la vestidura de la gracia del
bautismo; la pertenencia a una orden consagrada totalmente a María, y, porque
están bellamente simbolizadas en él todas las virtudes de la Virgen María.
[…]
El santo escapulario del Carmen, como vestido mariano y sacramental –la
devoción mariana más extendida en la Iglesia junto con el santo rosario—, es
también medio de santificación.
El
escapulario del Carmen, según decía el papa Pío XII el 11 de febrero de 1950,
es símbolo y signo de las virtudes de María: humildad, castidad, mortificación,
oración, y, sobre todo, signo y recuerdo de nuestra consagración a Jesucristo y
a ella, un signo eficaz de santidad y una prenda de eterna salvación».
La Fiesta del Carmen
Hay
que constatar un hecho que nos afirma la historia de aquellos tiempos: los
ermitaños que constituyen la primera comunidad en el monte Carmelo, a finales
del siglo XII, aman tiernamente a María. Esta semilla minúscula irá creciendo
hasta extenderse por todo el mundo bajo la advocación de Virgen María del Monte
Carmelo.
En
los primeros siglos, los carmelitas celebraron como patrona principal de la
orden a la Virgen María bajo diversas advocaciones, en especial la Anunciación,
Asunción y, sobre todo, la Inmaculada Concepción.
El
famoso teólogo Juan Baconthorp ya decía que el papa y la curia pontificia
asistían el día de la Inmaculada, 8 de diciembre, a la iglesia de los
carmelitas, donde se celebra solemne pontificial. Después se les ofrecía un
banquete y algunos obsequios. Es curioso ver que en todos los capítulos
generales se señalaba una cuota a cada provincia de la orden para sufragar
estos gastos.
Esto
mismo hacían el día de San Francisco en la iglesia de los franciscanos y el día
de Santo Domingo en la iglesia de los dominicos. Lo que indica que se tenía
como verdadera Madre y Fundadora de la Orden del Carmen a la Virgen María.
La
fiesta empezó como fiesta de familia, en el interior de la orden, primeramente
en Inglaterra, pero muy pronto se extendió por otras partes, por medio del
escapulario que vino a hacerse tan popular por los milagros que por su medio se
realizaban.
En
el capítulo general celebrado en 1609, se impuso para toda la orden la Solemne
Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, que ya se venía celebrando
en algunas partes desde el siglo XIV.
La
fiesta del Carmen, extendida después a toda la Iglesia, se instituyó como
acción de gracias por todos los beneficios recibidos de la Madre y Patrona.
España,
Italia, Portugal, Francia y Saboya fueron las primeras naciones que solicitaron
la celebración de esta fiesta del Carmen o del escapulario.
El
papa Benedicto XIII, en 1725, la extendió a toda la Iglesia, El papa Pablo VI
escribía el 2 de febrero de 1974 en su hermoso documento Marialis cultus: La
fiesta de la Virgen del Carmen -16 de julio— está entre las fiestas que hoy,
por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales» (MC,
n. 8).
La Virgen del Carmen, Patrona de la Marina Española
San
Simón Stock, el santo del escapulario, compuso a la Madre y Fundadora de su
orden dos hermosas plegarias, que rezaba cada día para obtener de ella ayuda
para su orden, que estaba perseguida. Una comienza con estas palabras: «Salve,
estrella de la mañana...», y la otra termina con estas otras: «Estrella del
mar. Desde antiguo se invocó así, Estrella del mar», a la Virgen María.
Famosas
y conocidas de todos son las expresiones de San Bernardo: «En los peligros, en
las angustias..., llama a María, invoca a María. María es la Estrella del mar».
Desde
hace siglos se nombró abogada y capitana de los mares a la Virgen del Carmen,
pues, con su santo escapulario, obró siempre muchos prodigios en el mar.
En
1901 la reina regente de España nombraba a la Virgen del Carmen, patrona de la
Marina Mercante. En 1938 fue nombrada también celestial patrona de la Marina de
Guerra. Lo es también de la Marina Pesquera y de la Marina Recreativa.
Canta
la copla popular: «Por encima de las olas van españolas galeras, y la Virgen
del Carmelo es su mejor timonera.» Los poetas y marinos han cantado este
patronazgo, El celebrado periodista Francisco de Cossío, escribió: «La
advocación de la Santísima Virgen del Carmen suscita en mí la idea de salvación.
De ahí el sentido marinero de la Virgen del Carmen. El escapulario es como un
salvavidas de la eternidad».
Y
el inmortal José María Pemán: «Rodeando el cuello del indiferente o pecador, es
el escapulario como el abrazo desesperado y último de una fe que no quiere
naufragar.»
El
papa Juan Pablo II, el martes día 9 de noviembre de 1982, en Santiago de
Compostela, decía a los hombres del mar: «Que la Virgen del Carmen, cuyas
imágenes se asoman a las rías que hacen la belleza de esta tierra gallega, os acompañe
siempre. Sea ella la estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro
horizonte. La que os conduzca a Dios, al puerto seguro.» Bien podemos apellidar
con toda propiedad a la Virgen María del Carmen, como «La Virgen más popular o
«la Virgen cosmopolita».
Rafael
Mª López Melús, O.Carm.
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/16-7-2019/nuestra-senora-del-carmen/
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