Cada 3 julio la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santo Tomás
Apóstol, el pescador de Galilea que hizo la confesión de fe: “Señor Mío y Dios
Mío”, luego que Jesús, a los ocho días de haber resucitado, se apareció
nuevamente ante sus discípulos y lo invita a meter su mano en la llaga de su
costado.
El Evangelio de San Juan narra la incredulidad de
Santo Tomás ante las palabras de los discípulos que decían: "Hemos visto
al Señor", a lo que contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de
los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi
mano en la herida de su costado, no creeré". Es por eso que frente a la
invitación del Señor de acercarse, el Santo cae postrado ante él.
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