Lectura
del santo evangelio según san Mateo 10,1-7
En aquel
tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar
espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de
los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés;
Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el
publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que
lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de
gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Dirigíos
a José y haced lo que él os diga
La última
parte del libro del Génesis contiene la historia de José. Se trata de un relato
muy conocido por todos que despierta las simpatías hacia este joven soñador,
amado por su padre, y envidiado por este motivo por sus hermanos. La lectura de
hoy aparece fragmentada y recoge una idea central: el encuentro y
reconocimiento de José con sus hermanos, después del tiempo transcurrido. En el
pasado Jacob había enviado a su hijo José a ver a sus hermanos, lo que
desencadeno la decisión de venderlo como esclavo, ahora son los hermanos los
enviados a José, y a quién clamaran clemencia.
El motivo
del encuentro entre hermanos es el hambre que asolaba todas las regiones. El
narrador nos dice que en Egipto era José el que abría los graneros y distribuía
el grano: “José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo”.
Empujados por Jacob, diez de sus hijos se encaminan a Egipto en busca de grano.
Se dirigen a José, pero no le reconocen, ni él se da a conocer. José prefiere
esperar, ver si sus hermanos han cambiado, en qué clase de personas se han
convertido y por ello va a someterles a una serie de pruebas. Después de
permanecer tres días encarcelados, José los pone en libertad con una condición,
uno de ellos permanecerá en Egipto, hasta que todos regresen con el hermano
menor, Benjamín que se había quedado con su padre Jacob. Esta decisión de José
no entraña otra pretensión que salvar a su familia. La petición de regresar con
el hermano pequeño es asegurar la vuelta de todo el clan a Egipto ante la
situación de hambruna que padecen. Egipto representaba la salvación. Rubén
parece encontrar sentido a lo que está ocurriendo: “Estamos pagando el delito
contra nuestro hermano, cuando le veíamos suplicarnos angustiado y no le
hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia”. José escucha el
reconocimiento de culpa de sus hermanos, y llora. A pesar de que ellos le
abandonaron, lo vendieron, incluso desearon su muerte, José siente misericordia
de ellos. Él tiene una misión encomendada por Dios, el reconocimiento por parte
de sus hermanos del delito cometido, su arrepentimiento hará comprender a José
su sentido en Egipto. Ha sido llamado por Dios para salvar a sus hermanos. ¿Somos
capaces de reconocer nuestra misión, lo que Dios quiere de nosotros en medio
del sufrimiento, el dolor, la envidia de los otros?
Id a las
ovejas descarriadas de Israel
Todo el
capítulo 10 del evangelio de Mateo contiene el segundo gran discurso de su
narración, conocido como el discurso misionero (Mt 10, 5b-15). El primer
evangelio presenta a Jesús caminando de un lugar a otro poniendo el acento en
su labor evangelizadora. Tres son las acciones que realiza el Señor a lo largo
de su ministerio público. Él aparece: enseñando, proclamando y curando;
acciones que más tarde tendrán que realizar sus discípulos.
El hecho
de que Jesús elija a doce discípulos para la misión evangelizadora nos indica
que el Maestro tenía en su mente un programa particular. Los Doce enviados
representan a las doce tribus de Israel (Mt19,28; Lc 22,39s) y a la comunidad
escatológica del Señor. En tiempos de Jesús existía la idea arraigada de que
solo quedaban dos tribus y media, a saber, Judá, Benjamín y la mitad de la
tribu de Leví. Las nueve y media tribus restantes se consideraban desaparecidas
desde la conquista del Reino del norte en el 722 a.C., y solo en el tiempo de
la salvación, las haría Dios regresar, restaurando así el pueblo con las doce
tribus.
El número
doce de los discípulos de Jesús no significa que la salvación vaya a quedar
limitada, de manera particular al pueblo judío, sino, al contrario, anuncia la
instauración del pueblo escatológico de Dios, hacia el cuál habrán de afluir
también los gentiles.
Lo que
queda claro en las instrucciones dadas a los discípulos, es que la misión no es
una iniciativa personal de ellos, sino que responde al mandato de Jesús. Jesús
los envía dándoles poder “sobre los espíritus inmundos” y haciéndoles
partícipes de su propia misión.
El inicio
del discurso, que no tiene paralelo en los otros dos sinópticos, es una
indicación acerca del cuál ha de ser el campo de misión de los enviados. “No
toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Con estas palabras se orienta
a los Doce acerca del lugar donde deben misionar: se prohíbe ir a tierra de
paganos y se les envía directamente a Israel. La imagen de las ovejas pérdidas
para hablar de Israel tiene fuerte resonancias veterotestamentarias. En el
libro de Ezequiel, en la profecía contra los pastores (Ez 34,1-31), el pueblo
es descrito como “un rebaño que anda errante” (Ez 34,6), perdido, como el
Israel en el que vive Jesús. La necesidad de Pastor que guíe e ilumine apremia,
no solo al pueblo judío, sino a tantas personas en nuestro mundo actual que
caminan dispersas, sin rumbo, esperando que alguien le salga al encuentro y las
invite a entrar en ese Reino de los Cielos, que ya está cerca. ¿Nos sentimos
enviados a evangelizar a tantas personas “perdidas” en nuestro mundo? ¿Estamos
dispuestos/as a ser esa “Iglesia en salida” a la que el Papa Francisco nos
invita?
Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-7-2019/
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