Lectura
del santo evangelio según san Mateo 23,23-26
En aquel
tiempo, habló Jesús diciendo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y
descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías
ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato,
mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!,
limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por
fuera".
Reflexión
del Evangelio de hoy
Identidades
contradictorias
La vida
evoluciona, el hombre evoluciona decimos muchas veces; pero en estos tiempos no
sabemos bajo qué principios y en qué dirección. Cuando vamos creciendo vamos
poniendo en duda todo lo aprendido por nuestros padres, o lo enseñado por
nuestros profesores. Los vemos errar en sus vidas, y por ese motivo, le negamos
la credibilidad no sólo a ellos, sino también a todo el sistema de valores que
hemos aprendido de ellos. Todo para afirmar una nueva identidad.
Después
de un gran período de autoafirmación, cuando ya nos hemos apartado de todo
sistema de valores que consideramos antiguos y falsos, creemos que los nuevos
valores adquiridos desde nuestra personalidad son los mejores, y en nombre de
una endiosada libertad, justificamos cualquier acción contra la vida y los
hermanos. Enarbolando la bandera de una nueva autoafirmación y empoderamiento,
olvidamos a quien le debemos la vida, olvidamos quién nos alimentó, nos cuidó,
nos consoló, nos dio fuerzas para el camino, nos dejó crecer, y nos dejó libres
en nuestras decisiones. Y todo, sin una pizca de agradecimiento. La nueva
identidad se forja con ira contra todo lo recibido, y desde la ingratitud.
En estos
tiempos, nos damos cuenta que una identidad no se considera en gran valía.
Conozco gente muy variable, personalidades que no duran ni un cuarto de hora.
El mundo virtual y electrónico con los métodos fraudulentos de suplantación de
identidad lo han dejado notar en nuestros bolsillos. La identidad vale lo que
vale el tiempo de suplantarla. Ni siquiera hay derechos, leyes que garanticen
nuestra seguridad. La legislación va por detrás de los delitos. Nuestra
seguridad hay que pagarla. Cuando tenemos la experiencia de ser víctima de un
robo de identidad, parece el fin del mundo, y nos damos cuenta de la fragilidad
de nuestra identidad y del mundo virtual que la sostiene.
San
Pablo, en la primera carta a los Tesalonicenses advierte a los cristianos sobre
revelaciones, dichos o cartas atribuidas a él sobre el fin de los tiempos. Es
decir, le han robado la identidad. San Pablo, no se refirió a eso, ni estaba
entre sus enseñanzas el juicio final. Anima a los cristianos de Tesalónica a
que nada, ni nadie los desoriente, ni les haga perder el norte.
El
consejo que da aquí San Pablo es el siguiente: “Manteneos firmes y
conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros de viva voz o por
carta”. “Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado
tanto y nos ha regalado un consuelo permanente, os consuele internamente y os
dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas”.
No
podemos fraguar una personalidad sin un sistema de valores que nos mantengan en
pie por eso, es importante el conservar lo aprendido, volver sobre nuestros
pasos, para ver qué nos mantiene de pie, y distinguir qué forja en verdad
nuestra nueva personalidad. Indagar la bondad de lo que nos han enseñado. Y el
Evangelio es una de esas tradiciones que nos han enseñado. Es una escuela de
vida.
La piel
del amor hay que derramarla
Jesús, en
sus enseñanzas denuncia a los fariseos de su hipocresía, porque descuidan lo
más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad. Se
limpia por fuera la copa y el vaso, mientras por dentro están llenos de robo y
desenfreno.
Siguiendo
con el hilo de las nuevas identidades, hay algunas que se forjan en la
hipocresía, alagan, pero luego traicionan, y son nuevos autoengaños. Y en el
transcurso de la gestación de nuevas autoafirmaciones negamos el derecho a
nuestros mayores, a los niños, a las viudas, a los que nos han enseñado.
Juzgamos sin piedad sin conocer u olvidar cuánta piel llena de amor se ha
dejado en el camino por nosotros, cuántos sacrificios se han hecho para que hoy
tengamos vida y de calidad. La sinceridad brilla por la ausencia, es
sacrificada por el egoísmo.
Pero,
siempre hay un camino de diálogo interior, donde el tiempo nos obliga hacer una
recapitulación de nuestros pasos y se recuerda aquellas antiguas enseñanzas que
un día valieron para nuestro crecimiento personal. Para ello, hay que tener
agallas y escuchar las verdades de uno y de otros, y confrontarlas con las
verdades que uno se puede ir diciendo si tiene el coraje suficiente para
salirse de los sepulcros blanqueados, y reconocer con cuánto amor se nos ha
cuidado, cuánto amor sincero se derramó a nuestro paso para nuestra fortaleza,
y cuanta compasión hemos recibido por nuestros errores.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-8-2018/
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