Lectura del santo evangelio según san Mateo
19,13-15
En
aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos
y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos,
no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino
de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí.
Reflexión del Evangelio de hoy
Renovemos
el corazón y el espíritu
El
profeta Ezequiel nos hace, hoy, una llamada a la conversión.
Sí,
Dios hoy nos invita a que le entreguemos todo nuestro corazón, toda nuestra
mente, todo nuestro ser, viviendo para Él con sencillez y generosidad, para
estar siempre atentos a la escucha de Dios y al servicio de nuestros hermanos.
Hemos
sido creados para ser amigos de Dios y, para que se haga realidad, debemos
vivir en un proceso constante de cambio interior y de progreso en el
conocimiento y en el amor de Cristo.
La
conversión no la realizaremos nunca de una sola vez para siempre, sino que
necesitamos un proceso. Es un camino de cada día, que debe abrazar toda
nuestra existencia, es decir debemos trabajar en ello todos los días de
nuestra vida. Es un camino interior que dura toda nuestra vida, ya que nuestra
vida es un ejercicio del deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar
a Dios en nuestro ser.
El
deseo sincero de Dios, lo sabemos muy bien es un Don gratuito Suyo y nos lleva
a evitar el mal y a hacer el bien.
Convertirse
quiere decir, también, buscar a Dios, caminar con Él, seguir dócilmente las
enseñanzas de Jesús, nuestro Señor.
También
consiste la conversión, en aceptar, libremente y con amor, que dependemos
totalmente del amor de Dios nuestro Creador y nuestro Padre.
Por
tanto, convertirse significa no buscar el éxito personal —que es algo efímero—,
sino, abandonando toda seguridad humana, seguir con sencillez y confianza al
Señor, a fin de que Él sea para cada uno de nosotros la razón de nuestra
existencia.
Quien
se deja conquistar por Él no tiene miedo de perder su vida, porque en la cruz
Él nos amó y se entregó por nosotros y, precisamente, perdiendo por amor
nuestra vida, la volvemos a encontrar.
Dios
es amor y su amor es el secreto de nuestra felicidad. Ahora bien, para entrar
en este misterio de amor no hay otro camino que el de perdernos, entregarnos:
es el camino de la cruz.
El
Reino de los Cielos es de los niños
¿Qué
tendrá lo pequeño que tanto agrada a Dios…? decía el poeta.
Y
Jesús no disimuló nunca su agrado por los niños, ya que veía en ellos el
reflejo del Reino de los Cielos, porque los niños son imagen elocuente de
la inocencia, porque en ellos hay ausencia de malicia, su sencillez no tiene
arrogancia, su cariño es desinteresado, su generosidad es absoluta.
Por
ello los niños se convierten en icono del discípulo que quiere ser grande en el
Reino de los Cielos.
Recibir
al niño, abrir nuestro corazón a la humildad del niño y recibirlo en nombre de
Jesús, significa que asumimos el corazón de Jesús, los ojos del Maestro,
abriéndonos a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.
Recibir
el Reino de Dios como un niño significa, por tanto, recibirlo con corazón puro,
dócil, libre, confiado, alegre y esperanzado.
Así
se nos muestran los niños. Todo esto es lo que hace al niño precioso a los ojos
de Dios y a los ojos del verdadero discípulo de Jesús. La felicidad de los
niños, su desenvoltura y su espontaneidad no es manifestación de inconsciencia,
ingenuidad o infantilismo, como diríamos nosotros.
A
nosotros, “los adultos,” puede ocurrirnos que, por querer dejar atrás todo
infantilismo, nos olvidemos de lo bueno que tiene la niñez, que son,
justamente, las virtudes que Jesús valora más.
Celebramos
hoy la memoria del Beato Manés de quién los historiadores nos hablan de él como
el fraile que poseía las virtudes del niño como son: la pureza, la simplicidad,
la sinceridad de sentimientos. Su principal aportación fue la de
compartir con su hermano Domingo, afectiva y efectivamente el proyecto
fundacional de la Orden de los Predicadores. Destaca en él el celo con que
cumplió el encargo de santo Domingo: atender a las monjas. Mantuvo viva la
tradición y el recuerdo de Domingo en diversas formas: la promoción de
monasterios y la conmemoración en Caleruega de la vida de su santo hermano.
Pidamos
a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nos acompañe siempre para
que, dejemos que el Santo Espíritu de Dios nos renueve interiormente, y
nos regale la infancia espiritual que tanto agrada a Jesús.
Monjas Dominicas
Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/18-8-2018/
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