Después
que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a
la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la
noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra,
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les
acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el
agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les
dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.
Reflexión del Evangelio de hoy
Vosotros
seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios
El
capítulo 30 de Jeremías se le llama el libro de la Consolación y trata de
convencer de que el castigo ha sido merecido, pero que todo ha concluido. Se
expresa la promesa de restauración dirigida originalmente a
Israel.
Se
les dice: Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, voy a compadecerme de
sus moradas; reconstruirán la ciudad sobre sus ruinas. De ellas saldrán
alabanzas y gritos de alegría.
Vosotros
seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios es una manera de establecer una nueva
alianza. El reconocimiento mutuo entre Dios y el pueblo.
La
imagen del castigo merecido está muy presente en el libro de Isaías, por los
pecados de su pueblo. Habla de heridas incurables que el Señor va a cerrar.
Cuando
uno está en situación de ruina, las heridas que se vuelven incurables florecen
de manera alarmante. Sólo una operación o un buen remedio curativo harán cerrar
la herida. Y es importante este tipo de intervenciones porque es necesario
resurgir de las ruinas.
¿Por
qué has dudado?
Esta
es una pregunta que hemos de hacérnosla cuando caminamos entre aguas
turbulentas, porque en cierta medida, se nos olvida mirar con qué fe damos los
pasos que damos, a veces con atino otras veces con desatino.
El
Evangelio de Mateo nos presenta a un Jesús caminando sobre las aguas
turbulentas, Pedro quiere imitarle y por un momento lo consigue, pero el viento
le hace dudar, y cae.
La fe
en momentos de aguas turbulentas nos permite ver qué maravillas realizamos en
nuestro caminar, somos capaces de muchas cosas: dar de comer a nuestros hijos
con dignidad, sacar fuerzas de la debilidad de nuestras enfermedades, somos
capaces de caminar nuevamente.
En la
vida pasamos y vivimos por muchas circunstancias, pero no ha de extrañarnos los
tiempos de prueba, no tienen nada de extraordinario. Las pruebas entran dentro
de la dinámica vital del creyente. Entra dentro de la normalidad. Son algo
necesario para el crecimiento y el conocimiento de Dios. La actitud ha de ser
la de la alegría, cuando compartimos los padecimientos de Cristo.
Cuando
todo lo realizamos con fe, y nos vemos cayendo como Pedro, alguien que nos
admire nos dirá, ¿por qué has dudado? Si has llegado hasta aquí, por qué no
continuar. Necesitamos de la ayuda de Jesús echándonos la mano para emerger de
las aguas caudalosas. Eso ha de suceder de todas maneras, para poder concluir
verdaderamente este es el Hijo de Dios.
Fr. Alexis González
de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/7-8-2018/
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