Lectura del santo evangelio según san Mateo
13,44-46
En
aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un
tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y,
lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de
los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al
encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Yo te
pondré frente a este pueblo como muralla inexpugnable
Jeremías,
para muchos sigue siendo sinónimo de llorón, y puede que tengan razón. Vive en
una gran ciudad y Dios le ordena pregonar desgracias, afear conductas
indecentes y anunciar males sin cuento si no media un arrepentimiento.
Los
hombres y mujeres de aquel tiempo en poco se diferenciaban de los actuales.
Vivimos como los israelitas en una civilización edonista, preocupada únicamente
por el placer. Somos insolidarios envidiando al fuerte y despreciando al débil.
Y frente a esta sociedad es necesario alzar la voz y pregonar que, si el hombre
sigue alejándose de Dios, incumpliendo el principal de los mandamientos,
alejándonos de una vida de amor y en el amor, estaremos construyendo una
civilización destructiva; estaremos viviendo al borde del abismo, condenados a
ser infelices y al final, tal como sucede a Jerusalén, terminaremos huyendo a
Egipto y destruidos.
Frente
a esta sociedad nuestra de hoy no hace falta mirar demasiado para encontrar lo
insolidario, lo corrupto, Dios coloca a sus profetas “como muralla frente al
pueblo”. Una sociedad así, como la que estamos construyendo, está abocada a su
propia destrucción si no vuelve a vivir de una forma solidaria con el resto de
la humanidad.
Puede
que frente a esta sociedad tengamos que abrir la boca y gritar que es necesario
volver a vivir en el amor, en la solidaridad, en la justicia, para que el
hombre no pierda su humanidad, lo que de divino tiene dentro de sí, y viviendo
una completa conversión vuelva a recuperar la seguridad y a encontrar la
unidad, aunque este molesto anuncio nos traiga dificultades, persecuciones,
difamaciones y otros males. Nosotros, puede que a pesar de nosotros mismos,
debemos profetizar, anunciar que el Reino de Dios está cerca y es necesaria una
conversión sincera.
El
reino de los cielos se parece a un tesoro escondido
¿Cuál
es nuestro tesoro? En las dos parábolas que leemos hoy Jesús nos habla de un
gran tesoro. En el primer caso encontramos el tesoro de manera fortuita. No lo
buscamos, pero aparece ante nosotros y ya no queremos perderlo. Dios está en
nuestro camino y lo encontramos constantemente, aunque no lleguemos a vivir el
encuentro porque nuestros ojos están empañados, pero si llegamos a encontrarlo,
si descubrimos el Amor, el mayor de los tesoros, ya nada, ni nadie, será capaz
de apartarnos de Él.
En el
segundo caso, la perla de gran valor, el encuentro con Dios, es producto de la búsqueda
del hombre. Dios está siempre a la vista y si nos dedicamos a buscarlo con el
espíritu abierto a la escucha, llegaremos a encontrarlo.
Es el
tesoro escondido; es la perla de gran valor, es Dios que sale a nuestro
encuentro desde nuestro propio ser, y que una vez descubierto, una vez que los
ojos de la fe llegan a experimentarlo, ya nada será bueno si no es Dios que se
ha hecho el encontradizo y ha dejado que lo descubramos. Somos la imagen del
campesino o del comerciante que una vez descubierto lo importante, Dios, ya no
necesitan nada más que a Él para vivir. Solo Dios basta, que nos dirá Teresa de
Ávila. Ese es el tesoro que buscamos o encontramos si queremos mirar dentro de
nosotros mismos.
¿Seremos
capaces de encontrar el tesoro, reconocerlo y hacerlo nuestro?
D. Félix García
O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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