Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,1-13
En aquel tiempo, se acercó a
Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que
algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos
(los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos,
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la
plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los
escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras
y no siguen la tradición de los mayores?»
Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Es
posible que Dios habite en la tierra?
...se
pregunta Salomón en la lectura de este día. “¿Es posible que Dios esté en
nuestra historia?”, podíamos preguntarnos precisando esa presencia. A veces
llamamos a Dios, como “señor de la historia”. ¿Desde dónde es Señor? ¿Lo es de
verdad? ¿Podríamos entonces responsabilizar a Dios de nuestra historia, como
Señor de ella? Nuestra fe dice que Dios se ha bajado a la tierra e introducido
en nuestra historia al asumir la condición humana en Jesús. Su presencia fue
histórica, pisó nuestros caminos, convivió con nosotros, y se expuso a
nuestra historia, la que fabrica nuestra libertad. Y como toda presencia
histórica terminó con la muerte. Nada de eso podía prever ni imaginar Salomón.
Fuera de la historia su ser, ¿ya no tiene que ver nada con nuestra historia?
Jesús dijo: “Estaré con vosotros hasta la consumación de los tiempos”. Ahora
bien, una cosa es hacerse presente en nuestra historia y otra que le
reconozcamos. “Vino a los suyos y los suyos no le reconocieron”, leemos
en el prólogo del evangelio de San Juan. No fue reconocido en su tiempo. ¿Hoy?
No pocas veces nos olvidamos, también a los cristianos, de que sigue con
nosotros, no contamos mucho con él. No le situamos en nuestro vivir como
referencia de cómo hemos de orientar y vivir nuestra historia; cómo hemos de
hacer vida –historia nuestra- su palabra-“que no pasará”, dijo él. A veces el
dios que se introduce en nuestra historia es un dios falso. No refleja su
ser, sino lo que quieren intereses del ser humano. Jesús lo denuncia en el
evangelio. Denuncia a “fariseos y algunos letrados”, que su dios es un
dios que dicta asuntos de protocolo, en este caso, religioso, y no el Dios de
los mandamientos. Un Dios de ritos y no un Dios de la vida de cada día. Un Dios
que apoya los intereses económicos, dándoles un carácter religioso, -servicio
al templo- , con olvido de afectos esenciales al ser humano como el amor, y
ayuda agradecida a los padres. Dios está en nuestra historia. Hace falta
reconocerlo. No manipularlo. Y hacerle referencia de cómo ir construyendo esa
historia nuestra.
Fray
Juan José de León Lastra
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-2-2018/
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