domingo, 4 de febrero de 2018

Evangelio de hoy y lecturas: 04-02-2018 V Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Primera lectura
Lectura del libro de Job 7, 1-4. 6-7
Habló Job, diciendo:
–«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio,
sus días son los de un jornalero;
Como el esclavo, suspira por la sombra,
como el jornalero, aguarda el salario.
Mi herencia son meses baldíos,
me asignan noches de fatiga;
al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?
Se alarga la noche
y me harto de dar vueltas hasta el alba.
Mis días corren más que la lanzadera,
y se consumen sin esperanza.
Recuerda que mi vida es un soplo,
y que mis ojos no verán más la dicha.»

Salmo
Sal 146, 1-2. 3-4. 5-6 R. Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio.
Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he, hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.
Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
– «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
– «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Pautas para la homilía
Ojeando la agenda de Jesús
Acompañado de sus primeros discípulos, Jesús emprende su misión evangelizadora en Cafarnaún, a orillas del lago de Tiberíades, para encaminarse seguidamente por toda Galilea. Nadie le es ajeno en la intensa agenda de su actividad diaria, para la que se siente vocacionado por el irresistible impulso de su Padre Dios. Al igual que participa en la liturgia oficial de la sinagoga, se retira de vez en cuando a lugares solitarios para sumergirse en la oración personal. Es esta intimidad con Dios la que le guía y sustenta, se siente apoyado y autorizado por su presencia a la hora de atender cuidadosamente cualquier situación humana, ya sea en el espacio íntimo y familiar de la suegra de Pedro, ya sea en el espacio público de la muchedumbre conglomerada a la entrada de la casa. Las diferentes escenas que secuencian el relato nos van desvelando de esta forma cuál es la actitud bondadosa y solícita que preside el plan salvífico de Dios manifestado en Jesús.
Le trajeron todos los enfermos y endemoniados
¿Quién no se ha sentido concernido en algún momento de su vida por la sabia reflexión que nos deja en la primera lectura el fragmento del libro de Job? La corta y penosa vida del hombre sobre la tierra, al igual que la del esclavo que suspira por la sombra o la del jornalero que espera su salario, transcurre “en meses de desengaño y en noches de sufrimiento”. La palabra de Job presta de este modo su voz a todos los enfermos y endemoniados de que habla el evangelio. Nos muestra el rostro malherido y sufriente de tantas personas postradas, agobiadas, afligidas, deprimidas, ninguneadas, desheredadas…, ese largo etcétera que desfila a diario ante los ojos de todos y a las que tan poca atención solemos prestar. Rostros desfigurados por el dolor y la angustia, perdidos entre el anonimato de la muchedumbre, en busca de una solución a sus males. 
Jesús sí que se acercaba a todos ellos. Les mostraba el rostro indulgente y bondadoso de la salvación de Dios, el Yahvé, nuestra justicia anunciado por los profetas (Jr 23,6), el Dios amigo de los pobres que sana los corazones quebrantados y venda sus heridas celebrado por el salmista en el salmo responsorial. ¿No estaban en boca de todos sus gestos de atención, de solicitud y de servicio, su benéfica benevolencia? Pablo, apóstol de Jesucristo, nos muestra en la segunda lectura idéntica actitud evangélica haciéndose débil con los débiles para de esta manera llegar a todos: me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. La primera generación de cristianos encontró en él un auténtico referente de sus vidas.
El ADN del evangelizador
Esta es la misión que comparte Jesús con sus discípulos: para eso ha venido (Mc 1,38). Para mostrar el mismo camino adoptado por Dios en su manera de acoger y abrazar incondicionalmente la debilidad humana. Un camino que comienza por los más cercanos del espacio íntimo y familiar de la casa de Simón y de Andrés, que les llevará a continuación a la muchedumbre que se arremolina en torno a su puerta y que les abrirá finalmente el horizonte de los pueblos vecinos para hacer extensiva la Palabra de Dios por toda la Galilea. La misión no sabe de límites ni fronteras, como tampoco las tiene la humanidad sufriente abriendo sus manos tendidas.
Oración y servicio, en unidad indisoluble, configuran las dos caras del evangelizador. Mientras sus discípulos duermen, Jesús busca la intimidad con Dios en la soledad de la alborada. El posterior tono quejoso de los discípulos: todos te buscan, denota su incomprensión (lo mismo que les ocurrió a sus padres cuando, todavía un niño, le encontraron entre los doctores del templo). La estrategia de Jesús es clara y contundente: les invita a seguirle por los caminos de toda Galilea proclamando la Buena Nueva. No hará falta ningún otro aprendizaje a la hora de ir disipando sus dudas.

Fray Juan Huarte Osácar
Convento de San Esteban (Salamanca)

https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/4-2-2018/pautas/

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