“Jesús no
predica en un laboratorio, separado de la gente”
Ángelus Del 04/02/2018 © Captura Vatican Media
(ZENIT – 4 febrero
2018).- La misión de la Iglesia está bajo el signo de “partida, del camino,
bajo el signo del `movimiento´ y nunca de un estado estático”, ha dicho el Papa
Francisco en el Ángelus de este domingo 4 de febrero de 2018.
Meditando, desde la plaza San Pedro, sobre el Evangelio del día, el Papa
ha señalado que “la gente, marcada por los sufrimientos físicos y las miserias
espirituales” constituía “el ambiente de vida” de la misión de Jesús: “Jesús no
ha venido a traer la salvación en un laboratorio; Él no predica en un
laboratorio, separado de la gente: ¡está en medio de la gente! ¡En medio del
pueblo!”.
Esta es nuestra traducción completa de las palabras que el Papa ha
pronunciado para introducir la oración mariana.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo continúa la descripción de una jornada de
Jesús en Cafarnaúm, un sábado, fiesta semanal para los judíos (cf. Mc 1,21-39).
Esta vez el evangelista Marcos pone de relieve la relación entre la actividad
taumatúrgica de Jesús y el despertar de la fe en las personas que encuentra. En
efecto, con los signos de curación que cumple en los enfermos de todo tipo, el
Señor quiere suscitar como respuesta la fe.
La jornada de Jesús en Cafarnaúm comienza por la curación de la suegra
de Pedro y termina con la escena de toda la ciudad que se agolpa delante de la
casa donde él se alojaba, para llevarle a todos los enfermos (cf. V. 33). La
gente, marcada por sufrimientos físicos y miserias espirituales, constituye,
por así decir, “el ambiente vital” en el que se cumple la misión de Jesús,
hechos de palabras y de gestos que sanan y consuelan. Jesús no ha venido a
traer la salvación en un laboratorio; no predica en un laboratorio, separado de
la gente: ¡está en medio de la multitud en medio del pueblo! Pensad que la
mayor parte de la vida pública de Jesús la ha pasado en el camino, para estar
con la gente, para predicar el Evangelio, para curar las heridas físicas
y espirituales. Es una humanidad marcada por los sufrimientos, que Jesús
quiere acercar a esa pobre humanidad la acción poderosa, liberadora, y
renovadora de Jesús está dirigida hacia esta pobre humanidad. Así, en medio de
la gente hasta el anochecer, se concluye ese sábado. ¿Y qué hace Jesús
después?.
Antes del alba del día siguiente, sale de incógnito por la puerta de la
ciudad y se retira a un lugar apartado para orar. Jesús ora. De esta manera,
aleja su persona y su misión a una visión triunfalista, que malinterpreta el
sentido de los milagros y de su poder carismático. Los milagros, en efecto, son
“signos” que invitan a la respuesta de la fe; signos que están siempre
acompañados por la palabra, que les ilumina; y juntos, signos y palabras,
provocan la fe y la conversión por la fuerza divina de la gracia de Dios.
La conclusión del pasaje evangélico de hoy (vv.35-39) indica que el
anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús encuentra su lugar propio en el
camino. A los discípulos que le buscan para llevarle a la ciudad – los
discípulos han ido a buscarle al lugar donde oraba, querían llevarle a la
ciudad – ¿qué responde Jesús? “Vamos a otra parte a las aldeas cercanas para
que también allí yo proclame el Evangelio” (v. 38). Este ha sido el camino del
Hijo de Dios y este será el camino de sus discípulos. Y este deberá ser el
camino de todo cristiano. El camino, como lugar del anuncio gozoso del
Evangelio, coloca la misión de la Iglesia bajo el signo del “ír”, la
Iglesia en camino, bajo el signo de “movimiento” y nunca de la inmovilidad.
Que la Virgen María nos ayude a estar abiertos a la voz del Espíritu
Santo, que impulsa a la Iglesia a dirigir siempre más su tienda en medio de la
gente, para llevar a todos la palabra de curación de Jesús, médico de las almas
y de los cuerpos.
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